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“El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará”

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Fecha Publicación: 24/05/2025 - 20:10
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Queridos hermanos: Estamos en el VI Domingo de Pascua. ¿Y qué nos dicen los Hechos de los Apóstoles? Dice que la gente que no va a la Iglesia espera mucho de Dios.
Es lo que estamos viendo con el Papa: muchísima gente que no va a la Iglesia, que incluso se dice atea, mira a la Iglesia y está pendiente del nuevo Papa. ¿Por qué? Porque no es feliz con la vida que lleva y ve signos en la Iglesia, ve a Jesucristo.
Los Hechos de los Apóstoles relatan que había un problema: algunos exigían la circuncisión según la tradición de Moisés, y esto originó una discusión. Es decir, eran mandatos judíos. Sin embargo, ¿qué hicieron Pablo y Bernabé? Hablaron con los apóstoles y dijeron: “No queremos imponer más cargas que las indispensables”, como no comer carne sacrificada a los ídolos.
Es decir, no se trata de imponer normas ni leyes, porque el cristianismo no es ley, no son normas éticas. Es un encuentro con Jesucristo.
Por eso, el Señor nos invita a algo fundamental: convertirnos. Y por eso, los alejados, los que están lejos de la fe, nadie como ellos ha experimentado el infierno, y por eso también pueden retornar a Jesucristo, que es la vida.
Respondemos con el Salmo 66, que dice: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.” “Que conozcan los pueblos tu salvación.” ¿Y qué es lo que trae Jesús? Salva al hombre de la muerte, le inyecta la alegría. Las naciones pueden alabar a Dios porque viven.
La segunda palabra que nos ofrece la Iglesia hoy es del libro del Apocalipsis. Dice que el ángel me transportó y vi un monte altísimo donde había una ciudad santa.
¿Y qué era esa ciudad santa? La Iglesia. Tenía una muralla grande con doce puertas, signo de los doce apóstoles. También estaban grabados en ellas los nombres de las tribus de Israel, como signo de la elección de Dios.
¿Y quién reinaba en este templo? El Cordero degollado. La ciudad no necesita sol ni luna para alumbrarse, porque su luz es el Cordero, el Señor. Por eso, no te resistas al Evangelio, ni siquiera a tus enemigos. Haz el bien gratuitamente.
El Evangelio de hoy, según San Juan, dice: “El que me ama guarda mis palabras, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.” “Y el que no me ama no guarda mis palabras.”
Hermanos, ¿qué significa amar? Morir a ti mismo, a tus esperanzas, a tus proyectos, a tus conceptos. Por eso el Señor nos envía el Espíritu Santo, enviado del Padre.
Y termina diciendo el Evangelio: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo.” “Me voy, pero volveré a vuestro lado.” ¿De qué paz estamos hablando? El Papa León XIII decía: “La paz no es la ausencia de conflicto, sino una comunión entre el Padre y el Hijo que transforma la humanidad.”
Por eso, el Padre nos da este shalom, esta paz. No es una buena educación ni un deseo humano, es un don del Espíritu Santo. Una paz que permite vivir en comunión con los demás. Queridos hermanos, esto es lo que yo os deseo: una paz que transforme la sociedad.
Vivimos tiempos difíciles: guerras, conflictos. Pero Jesús viene a traer la paz. ¿Y dónde está la paz? En cada familia. Porque la guerra mundial de hoy empieza destruyendo la familia.
Por eso, hermano, siéntate a hablar con tus hijos, con tu esposa, ayudaos mutuamente en lo más importante. Y lo más importante no es tener títulos ni carreras, sino tener paz, es decir, comunión entre nosotros.

Y pues bien, hermanos, que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos vosotros.

Rezad por mí.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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