El problema es la oposición
A estas alturas del partido todos los peruanos sabemos de qué lado estamos y a qué juega el gobierno. No quedan ya dudas de su falta total de capacidades, de su inmoralidad, de sus delitos, de sus yerros políticos a los que no abdica como la constituyente, entre una cascada de desaguisados personales y de equipo de sus miembros, empezando por el presidente hasta su entorno plagado de paisanos y familiares, grotesco paisaje de una republiqueta banana. Todo eso ya lo sabemos. Ahora nos toca convencernos de que, al otro lado, en la oposición, no hay nada –salvo honrosas excepciones– que se le pueda dar el nombre de tal. Para que existiera una verdadera oposición esta debería manifestarse en el Congreso. Nada de eso ha ocurrido.
La primera vacancia impulsada valientemente por la congresista Chirinos naufragó por falta absoluta de hombría de sus pares, más atentos a su quincena y a las prebendas soltadas por el gobierno para satisfacer las pequeñeces provincianas que son puestas por encima de los altos intereses de la nación. Que se entienda bien claro. No hay ninguna vocación en la oposición orgánica y formal de vacar o presionar para que renuncie Pedro Castillo que, mientras tanto, día a día, se sigue burlando de los peruanos prometiendo un gabinete de ancha base, pero pariendo un gabinete raquítico dirigido por un caníbal que ahora quiere pasar por vegetariano. Me queda claro y hasta podría apostar que el Congreso le dará el voto de confianza al gabinete Torres que, una vez obtenida sacará los colmillos que siempre ha tenido. Y la oposición bien gracias. Ninguno de los líderes de la oposición da la talla, enfrascados cada uno en sus jueguitos de poder esperando que Castillo caiga, pero sin mover un dedo para ello. Y todo por la ambición de presentarse a la presidencia si se da esa posibilidad por adelantado, pasan los días, escándalo tras escándalo sin que se produzca una unión que en sincronía con la calle saque a patadas al sombrero luminoso y a los cubanos que lo sostienen tras bambalinas.
Es encomiable, hay que decirlo, el esfuerzo de la oposición de la sociedad civil que, cada uno en su quehacer, ha hecho mucho más que la del Congreso en desenmascarar la inmundicia neosenderista y corrupta del régimen de Castillo. Esto, sin embargo, sin su correlato en el Congreso no producirá ningún efecto concreto más que el que ya todos sabemos hasta la saciedad: que el gobierno de Castillo no es tal (gobierno) y que está plagado de una gavilla de pillos y comunistas cuyo único interés aparte de embolsicarse lo que encuentren a su paso, es perpetuarse en el poder a través de una constituyente que hoy más que nunca se convierte en la tuerca por la cual girará todo el régimen. No por nada los comunistas han tragado saliva y han puesto al caviar César Landa de canciller para que se encargue de proveer un correlato ideológico y amigable en el ámbito nacional e internacional de la constituyente, tal como engatusó erga omnes con la “negación fáctica” de la confianza que es su hija putativa. En resumen, el problema no es el gobierno. A este ya lo conocemos de sobra. El problema para librarnos de este es la oposición, a la que vamos conociendo como pusilánime y venal.
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