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El primer pecado mortal de AGP (Parte 2)

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Fecha Publicación: 07/09/2023 - 21:50
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Alan García Pérez tuvo un despegue político fulgurante, a sus 28 años se había convertido en el secretario de Organización más joven que tuvo el Partido Aprista, asumió la tarea de organizar la campaña de Haya de la Torre, logrando ser presidente de la Asamblea Constituyente de 1978.

Se fogueó como diputado entre 1980 y 1985, fue elegido secretario general del APRA, despuntándose como un joven impetuoso y uno de sus mejores oradores, apasionado, ardoroso y elocuente, sorprendiendo a seguidores y detractores, destacándose por ese verbo que atraía, convencía e hipnotizaba. Al morir Haya de la Torre, AGP sintió que su momento había llegado, ese relevo generacional entregó el liderazgo a un joven de 35 años quien llevó por primera vez y después de 55 años de fundación del APRA a la investidura más alta y digna del Perú, asumiendo la presidencia de la República el 28 de julio de 1985.

Su extraordinario “floro” fascinaba a un país que al oírlo quedaba completamente seducido, desde que AGP llegó por primera vez a Palacio de Gobierno acostumbró a los peruanos a sus populares “balconazos” con discursos que encandilaban a las masas y éstas se rendían con admiración y pleitesía ante la vehemencia de sus encendidos mensajes, era el nuevo conquistador, con 36 años lideraba el primer gobierno del APRA en el Perú.

Sin embargo esa luna de miel llegó a su fin, se pinchó el globo del mundo mágico y demagógico que había vendido AGP, surgió una decepción rabiosa y creciente de un país que dejó de creerle, el Perú que lo endiosó y lo veneró lo abandonó a consecuencia de los resultados fatales de su primer gobierno, marcado por una fuerte crisis económica que llevó al Perú a una inflación galopante, a millones de peruanos a la línea de la pobreza, los precios aumentaron veinte mil veces en cinco años, adoptando medidas desesperadas y para coronar esas circunstancias, despertó al león (estatización de la banca). Sin embargo AGP no fue el único responsable, muchos compañeros indisciplinadamente se convirtieron en unos “caballos locos”, desbocados por la codicia, el primer gobierno aprista quedaba para el olvido.

Dimensionar la crisis de su primer gobierno nos permite medir la profundidad de la indulgencia del pueblo peruano y la reconciliación mutua que vivieron, AGP al volver de su destierro al Perú era un hombre golpeado por su pasado, presentándose ante el país autocrítico y arrepentido, había logrado por primera vez domesticar su ego colosal. ¿Cuál fue el antídoto? Mayor madurez. Había logrado el exilio familiar adormecer sus luchas personales, estar con su esposa Pilar Nores y sus hijos le permitió reconciliarse consigo mismo y con los suyos, en la tranquilidad de ese espacio familiar volvió a ser Alan, el padre y esposo.

En el Perú había quedado el político del ayer y con él su pasado tormentoso. ¿Qué trajo la nueva versión de AGP al regresar al Perú? ¿Qué ganó y qué perdió? Lo veremos en la tercera parte…

He dicho. Continuará...

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