El presupuesto nacional y la revolución educativa
Estamos cerrando el año del bicentenario de Junín y Ayacucho, que sellaron la independencia del Perú y de América, y mirando el largo tiempo transcurrido, debimos llevar adelante un verdadero y profundo momento nacional de inflexión de nuestra vida contemporánea y no se ha hecho, y la mejor prueba que confirma esta penosa realidad es que después de tiempo, no hemos aprendido que la única posibilidad para que seamos una gran Nación y desarrollada, es que realmente llevemos adelante una verdadera REVOLUCIÓN EDUCATIVA que hasta ahora nadie ha realizado, más allá de esfuerzos parciales y famélicos, aparentes y carentes. Es verdad que el Presupuesto Anual 2025 asciende a más de S/251,801 millones, y muchos, acostumbrados al statu quo, lo miran con beneplácito, y en esa línea, también ven que para la educación se destina alrededor de S/ 20,585 millones. Muchos han quedado impactados, pero yo no. El presupuesto aprobado muestra que la apuesta principal es por el fortalecimiento de la infraestructura y la política de remuneraciones, y aunque eso me parece bien, en realidad nuestra mayor inversión debería estar concentrada en la persona y en su calidad educativa, si acaso queremos contar con nuevas generaciones de peruanos que amen su patria, honrados, cultos, educados e instruidos, es decir, peruanos con mucho criterio que tanta falta hace. Un país con personas formadas en el conocimiento, cultivadas en el humanismo y con una axiología, a prueba de balas, garantizan contar con profesionales de alto nivel, dotados del compromiso con la tierra que los vio nacer. La inversión en educación históricamente ha oscilado entre 3% y 4%, con picos de hasta 5%. La verdadera educación, para que no sigamos siendo, por 200 años más, un país pobre, fracturado, manipulado y dividido, deberá ser del 12% del presupuesto nacional, como pasa en los países desarrollados. Invertir en los peruanos, en sus capacidades y en sus calidades, es la mayor inversión como Estado nación. Si el dinero que se gasta rompiendo pistas y veredas para luego parcharlas con duraciones de dos años en promedio preservando el negocio redondo de sacarle plata al Estado, o el que se gasta en consultorías dignas de un tacho de basura, o en frivolidades, derroches y otros mañosos conceptos para contentar al aparato burocrático, y con todo lo anterior, el dinero que se va por la lacra de la corrupción, lo juntáramos para la revolución educativa, que seguiré pregonando a los cuatro vientos, realmente otro sería el Perú de mañana. Lo que se acaba de hacer es conseguir un presupuesto nacional para la inmediatez, para la coyuntura, y lo que debemos decidir es un presupuesto de Estado para el futuro, pensando en un país grande. Para hacerlo, aquellos que tienen poder, que nos les tiemble la mano para decidirlo. No hay otro camino, si acaso aspiramos ser un país del primer mundo.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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