El Poeta de los parques
Lo leí, por primera vez, gracias a Círculo de poesía, el maravilloso portal que generosamente nos acerca a lo que se escribe en el mundo. «Ciudades a las que se entra y no se sale», apunta en uno de sus versos. Me capturó la vitalidad de sus textos, esa frescura que arropa para continuar leyéndolo. Su arte poética dedicada a Marco Antonio Campos:
«Loba chillona /exclusiva edecán / de la belleza/ rimbaudveloz, / apollinagua, / mallarluz», es un aviso de que la tiene clara, que la poesía en él no es un artefacto para decir palabras sino esa energía que le permite asirse de la imagen para trasmutar la acción. Por eso nos conduce por ciudades, eventos o emociones.
Cada poema es una locación, un espacio para que lo habitemos. Coincidí con él durante la pandemia, en un recital organizado por el poeta ecuatoriano Iván Oñate, para la Universidad Central de Quito, donde me conmoví con la lectura de sus poemas dedicados a los parques. Pudimos reunirnos en Bogotá, pero la lluvia hizo de las suyas para que continúe postergándose el encuentro. Margarito Cuéllar nació en México en 1956, entre sus libros destacan: Heridas luminosas que se quiebran (2021), Nadie, salvo el mundo (2020), Teoría de la belleza (2018), Las edades terrestres (2016), Moléculas en movimiento vibratorio alrededor de una posición de equilibrio (2016), entre otros. Ganador de un sinnúmero de premios, tuve el honor de publicarle en la colección digital de poesía iberoamericana, el 2020, durante el año más terrible de la pandemia: Instrucciones para el uso de los recuerdos, fue el poemario que compartimos con el programa Lima Lee de la Municipalidad de Lima. Lo estoy leyendo ahora que enero lo permite y que Ensayo sobre la belleza y el desorden de las cosas, con el que obtuvo el VIII Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, me ha retornado a esos lugares que, aunque existen, uno siempre los deconstruye o imagina. Memorial de los parques, es el apartado con el que Cuéllar hace de las suyas y reinventa a quienes aman, duermen, cantan, escriben, ejercitan, dibujan, pintan o mueren en los parques. «Nada les es ajeno a los que mueren en los parques. / Con precisión extrema eligen/ una rama elevada/ la soga menos fértil/ la aguja más mortal/ (porque nada está escrito en la memoria/ de los que mueren en los parques)». Poesía para reflexionar, para intentar un paisaje más allá de la desolación o la rutina, poesía que nos acerca a una tradición que le ha entregado al idioma autores como López Velarde, Villaurrutia, Paz, Castellanos, Sabines, Pacheco, Huerta y Lizalde, por mencionar algunos. Que nos reúna el 23, querido Margarito.
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