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El poder político

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Fecha Publicación: 24/01/2025 - 21:10
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Ahora que ha vuelto al poder Donald Trump, democráticamente, y lo conserva Nicolás Maduro, dictatorialmente, quisiera referirme al poder político del que no se sabe exactamente cuál es su naturaleza y bondades. Veamos. Nada más trágico que tener poder y no saber usarlo. De los tipos de poder –capacidad de dominio con autoridad para decidir hacer o no hacer– el político es el más codiciado. Todos lo quieren, pero no todos pueden tenerlo. No debe ser difícil comprender que el poder político en manos de muchos ya no es poder porque se vuelve relativo por su horizontalidad, perdiendo su esencia que es vertical. Tampoco es bueno el poder absoluto que es dañino y abusivo por naturaleza; sin embargo, el poder en manos de pocos es mejor y más efectivo y para que sea legítimo siempre deberá emanar del soberano, que es el pueblo, de lo contrario, será un poder por usurpación y debe ser condenado. El poder político es ejercido por el gobierno del Estado que lo tiene exclusivamente. Cuanto más equilibrio exista en el ejercicio del poder mayor será su reconocimiento para la toma de decisiones; de lo contrario, dentro del Estado se impondrá la anarquía. Ahora bien, hay que saber conservar el poder. Así, mientras unos actúan y se valen de estrategias y métodos para mantenerlo a cualquier precio –Maduro (Venezuela) o Daniel Ortega (Nicaragua)–, otros traman o conspiran para arrancarlo. Mirando a la moral cerca de poder, será útil no perder de vista que la moral no existe o por lo menos es irrelevante porque el poder no valora lo bueno de lo malo sino el resultado, incluso sin importarle que sea justo o injusto como preocupa tanto al derecho, porque al poder solo le importa –repito– sus resultados. No es que el poder sea inmoral o que termina confabulando en una cesta de antivalores. Nada de eso. Sencillamente, el poder es amoral pues la moral le es ajena y es relevante sólo por sus resultados y eso es lo que hará Trump y eso poco se entiende. Una verdad que no resiste oposición es que el poder produce placer, por eso todos lo quieren. Miente aquel que, teniéndolo, dice despreciarlo, porque el poder es consustancial al hombre, cambiando la estructura psicosomática de quien lo ejerce, solamente atenuado por sus valores originarios. Como todos compiten por el poder, las pugnas no deberían sorprender como pasa entre Estados Unidos y China, por eso, aquellos que viven en medio del poder político deben tener solvencia para asimilarlas, temperamento para no irritarse y hasta indiferencia por sus consecuencias. Los que cuentan el poder deben ejercerlo. Tenerlo y no usarlo es tan tonto como absurdo. Nadie que lo tenga puede dejarlo ir. Apenas lo pierda los que luego lo tengan, lo usarán en su contra. El poder no es perpetuo, pero es cíclico, por lo que es ingenuo creerlo para siempre. Finalmente, el poder se ejerce para todos, pero la tragedia histórica ha sido hallarse al servicio de quien lo ejerce.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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