El poder de la información
Si nos remontamos a nuestros primeros años de vida, recordaremos lo traviesos que éramos y la forma como cuestionábamos a la autoridad de nuestros padres, recibiendo regaños por ello; los que éramos más inquietos y curiosos a veces invadíamos la privacidad de nuestros progenitores y hurgábamos en sus pertenencias, lo que nos hacía merecedores de severas llamadas de atención o castigo, exhortándonos a no volver a hacerlo. Esta escena doméstica se reproduce en la vida de la nación, a veces algunas personas nos muestran lo que nuestros líderes y gobernantes –mal llamados “padres de la patria”– hacen y que muchas veces permanecen en secreto, situación que no tendría por qué ser así, a esto hemos optado por llamarlo Acceso a la Información, derecho consagrado en la carta constitucional y garantizado por el sistema legal peruano.
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A pesar de la legislación sobre la materia, las instituciones del Estado casi siempre retrasan la publicación de los datos y la información acerca de su funcionamiento; hoy en día, con la digitalización todo puede ser almacenado electrónicamente y es sumamente sencillo copiar o transportar, así como identificar, la fuente y al autor de los hechos; contrariamente, los gobernantes o políticos todavía piensan que pueden gobernarnos sin el menor esfuerzo, no habiendo asumido que el público ahora está armado con los datos oficiales a los cuales accede por cualquier medio, a lo que podría llamarse válidamente como la democratización de la información.
El periodismo de investigación, por su parte, se preocupa por saber qué están haciendo las personas en el poder, quiere opinar sobre las decisiones que se toman en nombre de la ciudadanía y sobre el dinero público.
En la democratización de la información, como en la primera ilustración (siglo XVIII), lo que busca es llegar a la verdad, cuestionando a lo que se dice y lo que se puede ver y probar; obviamente, habrá mucho descontento de una parte y ésta trata de reprimirlo, pero con lo que no han contado es con la tecnología y la digitalización,
las cuales han eliminado el cuerpo físico de la información, siendo cero o casi cero el costo de copiar y compartir la información.
La imprenta de la ilustración es el internet de ahora, las charlas de café hoy son las redes sociales; actualmente nos movemos en sistema completamente conectado y que no puede dejarse de lado al momento de la toma de decisiones.
La demanda de acceso a la información es cada vez mayor y la legislación ha ido atendiendo esa necesidad; así tenemos, por ejemplo: publicidad de los estudios de impacto ambiental, en el mercado financiero es más accesible la información acerca del origen y el destino del dinero, inclusive traspasa las fronteras, siendo cada vez más difícil ocultar activos o evadir impuestos; vemos que todo se está moviendo a un sistema central, el cual está plenamente
conectado. Pero ¿quién controla ese gran sistema? Este gran sistema no es otra cosa que el sistema político, el mismo que otorga legitimidad o ilegitimidad al gobierno de turno; el poder es terriblemente seductor y para tratar con él se requiere ser escéptico para cuestionar y llegar al porqué de las cosas y humilde para asumir que errar es humano y que todos cometemos errores.
Acertadamente hemos venido incorporando los derechos a la información y sobre la información en nuestro corpus lex, cada vez hay menos secretismo en el quehacer de la cosa pública. Sin embargo, debemos ir más allá, es momento de ver el mundo (político) tal como es, con su problemática, solo conociendo la verdad podremos arreglarlo o mejorarlo, consiguiendo con ello lo que tanto añoramos: el bienestar general de nuestra nación.
Sinopsis
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