El Perú necesita una política exterior equilibrada
Al cierre de esta columna, poco o nada se sabe de los resultados en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América, que llegaron al martes 5 de noviembre, día central del sufragio indirecto, visiblemente reñidas; pero sí, y mucho, de lo que deberá ser la posición del Estado peruano en sus vinculaciones con Washington, todavía el hegemón del mundo, y la República Popular China, que le pisa los talones.
Por estos tiempos, domina en el discurso de la clase política gubernamental peruana nuestra relación bilateral con China. Es lógico que así sea, pues ya mismo vemos inminente la inauguración del megapuerto de Chancay, que, por cierto, se ha desinflado, considerando la enorme expectativa que había generado por su dimensión geopolítica marítima, luego del anuncio del canciller Elmer Schialer de que ha sido reducida a solo una inauguración virtual desde Palacio de Gobierno, apagando el orgullo nacional sobre la obra portuaria colosal más importante de nuestra historia contemporánea.
Será un grave error concentrarnos únicamente en China, nuestro primer socio comercial, olvidando, o lo que es peor, dejando a un lado a Estados Unidos, el primer inversor en el Perú. Ya sabemos que Washington, hace ya buen tiempo, se ha descuidado de América Latina y, por ende, del Perú, por haber mantenido una postura realmente lejana y ajena a nuestra región que, debemos decirlo, fue vista siempre como su patio trasero. Mientras ese grave error estadounidense cundía por estos lares, los chinos no perdieron tiempo y fueron a la caza geopolítica de los continentes más vulnerables: África subsahariana y América Latina, pero, al mismo tiempo, las regiones del planeta que poseen las mayores concentraciones de recursos naturales que tanto interesan a Beijing como a las demás potencias del planeta.
China no ha escatimado en sellar alianzas con países de nuestra región, como el Perú, y por eso, sin pérdida de tiempo, se fijaron en Chancay, que ya es una realidad con todas sus letras, pues convertirá al megapuerto del denominado Norte Chico en el centro gravitacional portuario del Pacífico, y esa realidad debemos saberla administrar sin obnubilarnos.
Pero no será bueno que todo sea China, China, China. El Perú se encuentra ubicado dentro del denominado área de influencia estadounidense y tendremos que efectuar una valoración equilibrada de nuestras nuevas circunstancias; de lo contrario, hay que estar preparados para las políticas reactivas que aparecerán decantadas en el sistema internacional. Seamos discretos.
Donald Trump irá en busca del tiempo perdido para que Estados Unidos recupere su espacio vital como único hegemón del mundo y no desmayará en reafirmar el mundo unipolar que ha seguido en picada desde el atentado del 11 de setiembre de 2001 y luego por la pandemia de la COVID-19, que castigó a Estados Unidos. Kamala Harris, más bien, aparece resignada al mundo multipolar al que los demócratas han venido conduciendo al país en los últimos años.
En cualquier escenario, el Perú, que es un Estado periférico de las relaciones internacionales, no está en este momento de su vida internacional en condiciones como para ponerse la camiseta de uno u otro actor relevante de las relaciones internacionales. Sería un gravísimo error. Si llega Corío, en la costa sur del Perú, ya no será estratégico para los intereses del Perú que China siga monopolizando nuestro litoral portuario-marítimo. ¡Cuidado con eso!
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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