El Perú en modo 'Cofre'
Qué país este, donde hasta los vehículos blindados de Palacio parecen tener más movimiento que la Fiscalía. En otras latitudes, el uso de un carro presidencial para transportar a un prófugo de la justicia condenado por corrupción generaría un terremoto político, pero aquí... apenas mueve el tráfico.
“El Cofre”, ese elegante, opaco y ahora célebre vehículo de placa EGR-844, ha pasado de ser simple transporte de Estado a presunto transporte de Estado paralelo. Lo que antes era un símbolo de seguridad nacional, hoy parece ser el Uber clandestino del cerronismo fugitivo. ¿Quién diría que la alta tecnología vehicular del Ejecutivo iba a servir para encubrir a un condenado y no, por ejemplo, para llevar a la presidenta a inaugurar escuelas o pozos de agua?
Pero no nos adelantemos. ¿Quién puede asegurar que Dina Boluarte sabía de todo esto? Después de todo, en Palacio las cosas ocurren por generación espontánea. Vehículos que viajan solos, bitácoras que se evaporan, gasolina que se gasta por teletransportación. Ni en Netflix tienen guionistas con tanta imaginación.
Y qué decir de los audios. Aquellos registros donde el exministro del Interior habría confesado entre ceviche y arroz con mariscos que el señor Cerrón fue escoltado con cariño y blindaje hacia Pisco. Por supuesto, luego dijo que no era su voz. Porque, como todos sabemos, en este país hay una epidemia de dobles vocales: voces que se parecen tanto a las originales, pero no son. Voces gemelas.
Lo más fascinante de esta tragicomedia es la coreografía institucional: ministerios que se hacen los sordos, generales que piden permiso para ir al baño antes de declarar, funcionarios que alegan “seguridad nacional” cuando el único en peligro es el expediente judicial. Y todo con una sincronización digna del Ballet Nacional, aunque con un argumento más digno de Berlanga.
¿Y la transparencia? Bien, gracias. El Despacho Presidencial se negó a entregar la bitácora del “Cofre”. Al parecer, el vehículo se maneja por instinto. No necesita agenda. Se guía por la brújula moral de Palacio, esa que gira según la coyuntura, como veleta en tormenta.
El Congreso, hay que decirlo, cumplió su parte: investigó, denunció, identificó responsabilidades. Pero el gran suspenso lo escribe ahora el Ministerio Público, esa institución que, en vez de investigar, a veces parece estudiar feng shui para no incomodar el poder.
Y mientras tanto, nosotros, los ciudadanos, seguimos pagando impuestos para que vehículos de lujo transporten fantasmas políticos. Seguimos esperando que se proteja la legalidad, no a los aliados. Seguimos esperando, en fin, que el Perú deje de ser un gran “Cofre”: cerrado, blindado y al servicio de unos pocos.
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