El Perú cobrizo
El cobre, llamado “metal rojo”, ha sido usado por la humanidad desde el año 9000 a.C. en Medio Oriente y es un elemento esencial para el desarrollo de la humanidad. En el libro “The Archaeometallurgy of Copper: Evidence from Faynan, Jordan” se indica que usábamos ese metal en su forma nativa o estado puro para producir herramientas y ornamentos (Hauptmann, 2007), tal como los descubiertos en sitios arqueológicos de Anatolia, Mesopotamia y Egipto.
La fundición del cobre se inició alrededor del 5000 a.C. y marcó el inicio de la Edad del Cobre, lo que permitió la producción de herramientas y armas más duraderas y eficaces. En “Social Evolution” se indica que la metalurgia del cobre contribuyó al desarrollo de las primeras sociedades complejas, facilitando la agricultura y la guerra (Childe ,1951).
El término “cobre” proviene del latín “cuprum” que, a su vez, deriva del griego “kyprios” en referencia a la isla de Chipre, conocida en la antigüedad por sus minas de cobre.
En nuestra era moderna, el cobre es conocido por su alta conductividad térmica y eléctrica, resistencia a la corrosión, maleabilidad y propiedades antimicrobianas, siendo sus tres principales productores: Chile, con aproximadamente el 28%, seguido por República Democrática del Congo y Perú, con lo que sobrepasan el 50% de la producción mundial.
A pesar de las fluctuaciones en el precio de este commodity (producto homogéneo negociado en mercados financieros), tenemos una tendencia al alza por el desarrollo económico de las naciones y por aspectos tecnológicos a nivel mundial. Estos últimos abarcan a las “tecnologías verdes” que han generado una mayor demanda de este metal para para hacer realidad el cambio de matriz energética, de los no renovables hidrocarburos a generar energía con recursos renovables, así como también para la fabricación de vehículos eléctricos.
El cobre tiene una amplia gama de aplicaciones en diversas actividades: construcción (cableado eléctrico, tuberías de agua y sistemas de calefacción), electrónica (componentes electrónicos), energías renovables (producción de energía solar, eólica, entre otras), transporte (vehículos de combustión y eléctricos), entre otros.
Nuestro Perú, que está en el podio de la producción y de las reservas de cobre, recibe el beneficio económico directo del aprovechamiento de este mineral por la regalía que recibe (contraprestación) y los impuestos (principalmente renta) de las empresas productoras de cobre, además del dinamismo propio que genera la actividad minera en las áreas de su influencia, lo que permite reconocer a la actividad minera como el motor del desarrollo. Ahora, con el aumento de su demanda a mayor precio, mayor beneficio para todos.
Recordemos a la obra “Lituma en los Andes” del laureado escritor Mario Vargas Llosa que, publicada en 1993, nos narra las experiencias del cabo Lituma y su compañero Tomás en un remoto pueblo de los Andes peruanos, en donde la minería es importante en la economía de la sociedad. En este texto encontramos la siguiente frase: “El cobre en estos cerros parecía tan infinito como el miedo de la gente que lo extraía”, en alusión a la abundancia del recurso, las complicadas condiciones de la zona y el riesgo de su aprovechamiento.
Tenemos actividades mineras que podemos ampliar y nuevos proyectos por desarrollar los que, cumpliendo con las condiciones de la inversión deseada por la Constitución (STC 0001-2021-PI-TC), podrán hacer que a Perú se le conozca como un país cobrizo y no solo por su gente –aludiendo al color de la piel de vastos sectores de la población–, sino también por la abundancia de este mineral en diversos lugares de nuestro territorio, que puede ser uno de los sostenes de la economía nacional.
(*) Abogado, docente universitario, consultor legal
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