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¿El partido contraestatal de Espá?

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Fecha Publicación: 27/09/2025 - 04:42
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Los “jóvenes turcos” fueron un grupo de intelectuales liberales en Perú a fines de los años 80 que rodeaban a Mario Vargas Llosa, conformando el ala más enérgica del movimiento político que lo acompañaba. Este grupo tuvo un papel importante en la formación de la agrupación política “Libertad”, liderada por el recordado escritor peruano. Algunos de sus integrantes fueron Enrique Ghersi, Federico Salazar, Jaime Bayly, Mario Ghibellini, Álvaro Vargas Llosa, Iván Alonso, entre otros. Tenían presencia en medios y se enfrentaban ideológicamente a la izquierda universitaria. Eran años turbulentos, por cierto.

Carlos Espá (65), abogado y periodista, aparece reconocido como parte de los “jóvenes turcos” —bautizados así por Enrique Chirinos—. Con ese precedente, hoy, ya involucrado en la competencia política peruana, parece encarnar cierta herencia del liberalismo integral: aquel que valora por igual la libertad personal, política y económica. Una visión completa del liberalismo que suele ser cercenada por sectores conservadores de derecha y progresistas caviares de “centro” o izquierda.

Espá no evade un asunto vital para desempantanar al país: sus críticas al Leviatán —el Estado, como lo llamó Hobbes— son profundas e ineludibles.

Fundador del partido Sí Creo, Espá lidera una organización de línea independiente que pone la libertad como valor principal. Su diagnóstico es claro: el problema en el Perú —y en buena parte de América Latina— es el Estado. Phillip Butters, al respecto, se equivoca al decir que hay partidos que "no quieren Estado". De hecho, todos lo quieren (no hay planteamientos electorales anarquistas en el actual proceso peruano), pero, y aquí está la cuestión, casi ninguno pretende tocarlo de fondo. El debate central que falta es sobre qué tipo de Estado se quiere: ¿uno operante, muscular y eficiente, o uno inútil, adiposo y sobredimensionado?

Aunque aún no irrumpe en las encuestas, Espá intenta emerger como figura disruptiva en esta dimensión de la política en Perú. Su diagnóstico sobre el Leviatán publico es frontal y sin concesiones.

Una revisión de su postura muestra que Espá no es antiestatal, sino contraestatal: lanza un debate político electoral crucial contra el statu quo de un Estado que frena el crecimiento, el desarrollo y se niega a reformarse.

Veremos si esta postura es adoptada desde los planteamientos liberales o libertarios, ya que hasta el momento ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro ambiguo parecen querer dar mayor atención a la frase potente: "El problema actual es el Estado".

No lo es la democracia como sistema político competitivo, ni la Constitución con su régimen económico y su garantía de autonomía a instituciones como el BCRP, por ejemplo. Estos son blancos a derrumbar por parte de quienes buscan una asamblea constituyente antisistémica —incluso vía presiones violentas como se pretendió en Chile— culpando al crecimiento económico privado y a las "fallas del mercado", pero obviando calculadamente el lastre y las enormes fallas estatales, que nadie quiere cambiar en serio ni a profundidad.

Espá no propone eliminar el Estado, sino reestructurarlo o reformarlo desde sus bases, incluyendo el corte de niveles innecesarios de gobierno. Con voluntad, el sistema es perfectible. En un país donde la mayoría de candidatos evita confrontar directamente al ente estatal, Espá puede posicionarse como el único que lo señala como el núcleo del problema. Una maquinaria fallida —con pocas excepciones institucionales—, capturada además por mafias y pactos de impunidad. Su diagnóstico, duro, pero realista, es contundente: el Estado no está enfermo, está podrido.

Anotamos antes en este espacio (03/04/2023. Expreso): “Las organizaciones políticas contraestatales acopian y redirigen respuestas/exigencias desde el votante de a pie. Buscan representar la creciente demanda poblacional por tener un sector público muscular, no adiposo; operante, no entorpecedor de las fuerzas productivas”.

Existe entonces una diferencia entre el partido antiestatal —que busca la desaparición del Estado— y el partido contraestatal, que canaliza el rechazo ciudadano hacia un Estado hipertrofiado, agigantado y obstruccionista, sin renunciar a su función reguladora racional ni a su capacidad de servicio. ¿Quién podría en Perú representar esa opción entre el electorado? Hoy, Carlos Espá parece responder esa pregunta.

Recogiendo el malestar ciudadano frente al despilfarro y la corrupción, frente a la justicia politizada, la educación y la salud ineficientes, la infraestructura defectuosa y la inseguridad ciudadana golpeada por la violencia criminal y las economías ilícitas... Sí Creo podría ser —si logra consolidarse— la primera expresión explícita y viable de una organización contraestatal en el Perú. Hay oportunidad en que su candidato sea el único que habla del Estado como el problema estructural de fondo y la fuente principal de los males nacionales, que requiere un debate y acciones serias para su reforma.

Más preguntas emergen: ¿Puede convertirse en fuerza electoral este discurso directo y sin ambigüedades? ¿Está el votante peruano dispuesto a apostar por una narrativa que no promete tan solo “administrar” o evadir las tradicionales fallas del Estado, sino enfrentarlas para el cambio? ¿Puede Espá canalizar el hartazgo ciudadano contra el aparato público y burocrático —en la capital y las regiones— inaugurando e instalando una potente categoría política en el país? Veremos.

¿El partido contraestatal de Espá?
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