El oro en tiempos de incertidumbre global: ¿activo refugio o nueva moneda?
En septiembre de 2025 el oro alcanzó un récord histórico de más de US$3,500 por onza, reflejo de una tendencia alcista sostenida: en los últimos veinte años, su precio se multiplicó casi por ocho, pasando de unos US$445 en 2005 a los niveles actuales. Esta revalorización, cercana al 700%, confirma al oro como activo refugio de valor histórico.
El trasfondo está marcado por el deterioro fiscal de Estados Unidos, cuya deuda pública supera el 120% del PIB y crece sin freno. A esto se suma una inflación persistente, déficits crónicos y un escenario de tensiones geopolíticas, incluida la guerra arancelaria con más de 180 países. Todo ello erosiona la confianza en el dólar, que desde 1971 se convirtió en la piedra angular del sistema monetario internacional tras el abandono del patrón oro.
El impacto ya se siente en el comercio energético global. En 2023, cerca del 20% de las transacciones petroleras se realizaron en monedas distintas al dólar, y la tendencia es a que el petro-dólar pierda exclusividad. En paralelo, los bancos centrales del mundo llevan tres años consecutivos comprando más de 1,000 toneladas de oro, en busca de mayor diversificación y resiliencia.
Este contexto plantea un dilema: ¿sigue siendo sostenible concentrar la mayor parte de las reservas internacionales en bonos del Tesoro de EE.UU., de baja rentabilidad real y expuestos al riesgo de la deuda americana? Muchos países ya están apostando por el oro como reserva monetaria alternativa, fortaleciendo su posición frente a crisis financieras o choques externos.
El oro, además de su función histórica, ofrece ventajas clave: es inmune a la inflación inducida por políticas monetarias expansivas, sirve de cobertura en escenarios de pérdida de confianza y protege contra la volatilidad de las divisas. Por eso, el debate ya no se centra en si acumular oro, sino cuándo y con qué velocidad hacerlo, con mayor razón en el Banco Central de Reserva del Perú donde solo el 5% de sus reservas actuales están paradójicamente en oro.
En un mundo de incertidumbre, el oro recupera protagonismo como garantía de estabilidad. Los países que comprendan esta lógica podrán blindarse frente a la fragilidad del dólar y reposicionarse en el tablero económico global.
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