El orgullo peruano que no nos hace felices
La llegada de este nuevo aniversario patrio encuentra la moral y el espíritu de los peruanos indiscutiblemente bajoneados. Como siempre, intentaremos fantasear con una algarabía nacional ficticia; será una nueva simulación, más cínica que la anterior, para aparentar que tenemos el orgullo de ser peruanos sabiendo que no somos felices.
Llegar a estas fiestas patrias viviendo esta amarga coyuntura en el Perú es disfrazar la agonía de esta prolongada crisis que nunca acaba. Lo que nos indigna más son las conductas canallescas de los enemigos de la patria que impunemente continúan haciéndole un daño recriminable al Perú y siguen vivitos y coleando.
El gran Jorge Basadre los describió claramente: “Existen tres grandes enemigos de la promesa de vida peruana: los Podridos, los Congelados y los Incendiados.
Los Podridos, dijo, prostituyen las palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio de sus medros y granjerías, haciendo todo lo posible para que este país sea una charca.
Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino para beneficiar a sus iguales y a quienes son sus dependientes, viendo al Perú como un páramo.
Los Incendiados se queman sin iluminar, se agitan sin construir, quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata.
El Perú se ha contagiado de estos tres rasgos purulentos, hongos venenosos que contaminan e infectan lo que tocan, multiplicándose hasta emponzoñarlo todo.
Su miasma es efectiva, produce una lepra escamosa que está carcomiendo el orgullo de ser peruanos y ser felices. La pérdida de esa dignidad peruana nos ha convertido en un pueblo deshonroso y servil que simpatiza con esa sumisión lacaya, se acobarda y se achica frecuentemente, ha perdido el coraje de su honroso ADN.
Vivimos tercerizando nuestras luchas, esperando que sea otro el que dé la cara por nuestras penurias. A pesar de que seguimos creyendo “que el enemigo de un peruano es otro peruano”, dejamos que nuestra cobardía infame se encargue de camuflar nuestra dignidad.
No deseamos ver a nuestra patria en escombros; tenemos que recuperar los sagrados cometidos por el Perú, forjar una gran cruzada nacional para construir un país mejor, con la certeza de saber a dónde queremos llegar como nación.
Recobremos nuestra identidad auténtica y osada, luchemos por una patria grande y unida recuperando nuestro destino histórico, guerreando como pueblo valiente, abrazando las causas ciudadanas grandes y pequeñas pero dignas, sin importarnos quién lleva la bandera, pero siendo celosos y vigilantes de que esté yendo en la dirección correcta.
Recuperemos ese orgullo peruano que nos haga auténticamente felices, siendo ciudadanos coherentes y consecuentes por el bien del Perú.
Me motiva el diálogo de un abuelo con su nieto a quien le enseña una gran verdad: “En nuestro interior viven dos lobos”, le dice el abuelo, “uno es el lobo de la valentía para hacer siempre lo correcto y el otro lobo es de las envidias, los odios y la corrupción”.
“Abuelo”, pregunta el nieto, “si se enfrentan ambos lobos, ¿cuál de los dos ganará?”.
“El que tú alimentes”, respondió el abuelo. “Al lobo que le des de comer, ese ganará, hijo mío…”.
Peruanos, es hora de definirse: ¿alimentamos la causa de los podridos, los congelados y los incendiarios, o alimentamos la causa del Perú y eliminamos toda la mugre que lo rodea? Tú decides… He dicho.
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