«El Ojo que Llora» nació ciego
No existirá jamás reconciliación con terroristas. Ha significado un tremendo desperdicio la bella obra “El Ojo que Llora” de Lika Mutal, artista holandesa más reconocida en todo el país conocedor de la escultura. El concepto máximo en la obra de Mutal es simbolizar a las victimas del terrorismo. ¿Qué significa? Víctimas de Sendero Luminoso. Porque fueron los senderistas quienes decidieron iniciar una guerra sangrienta para tomar el poder a la fuerza. No les importó matar a personas inocentes para lograr su objetivo: destruir el Estado de Derecho. La respuesta a esa amenaza nacional fue la defensa que se hizo por nuestro país en las manos de las Fuerzas Armadas. No habrá reconciliación con ningún senderista.
Esta obra nació enferma, desubicada y manipulada; pero contó con el apoyo, en la fecha de su inauguración, de ONGs de “derechos humanos”, familiares de terroristas y defensores del término “conflicto armado interno”. Y pertenece a la Asociación Civil Caminos de la Memoria, una ONG dedicada a crear simbolizaciones de sucesos importantes en diversos países de África, Europa, Asia y toda América. ¿En qué momento de la historia peruana la obra de Lika Mutal se convirtió, sin duda alguna, en el símbolo de los senderistas muertos? En el 2007, cuando el diario Expreso denunció la existencia de un mural dedicado a honrar la memoria de terroristas, ante el pusilánime fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que sabemos que es una cofradía que se considera la máxima instancia judicial alta en la región, referido a la matanza en el penal Castro Castro en 1992.
Este documento indicaba que el Estado peruano había violado el derecho a la vida de 41 delincuentes, terroristas, y le ordenaba al Estado peruano a indemnizar a los familiares de senderistas muertos. Además, se atrevieron a establecer que nosotros debíamos realizar un acto público en donde deberíamos reconocer a la prensa internacional nuestra responsabilidad internacional sobre la muerte de los terroristas y esto lo debíamos de hacer por todos los medios de prensa. Si creíste que eso era el colmo y una reverenda estupidez, hay más. La Corte Interamericana de Derechos Humanos decidió que los nombres de los terroristas que murieron en Castro Castro debían estar en el monumento del “El Ojo que Llora” con tinta indeleble.
En ese 2007, todas las líneas políticas del gobierno y el Congreso rechazaron totalmente el fallo, por considerarlo una intromisión a la soberanía de un país. El expresidente Alan García anunció a toda la prensa internacional que el país no indemnizaría a ningún terrorista. En conclusión: la guerra sangrienta que se dio en 1980 fue iniciada, preparada y decidida por Sendero Luminoso, que estaba decidido a matar a quien se ponga en su camino para destruir el Estado peruano y a la sociedad entera. Esto no lo estoy inventando para plasmarlo en esta columna: está declaración fáctica está escrita en el informe final de la CVR.
Un monumento simbólico no puede estar por encima de las leyes de un país. A menos que sea usado como arma política e ideológica; y los peruanos no estamos acostumbrados a cuidar con nuestra plata cosas ajenas. Lika Mutal debe estar revolcándose en la tumba. Sin embargo, todo monumento construido puede ser destruido.
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