El nacionalismo realista
Si bien el término nacionalismo ha sido depreciado en el Perú por la corrupta actuación política de los máximos dirigentes del Partido Nacionalista y algunos de sus acompañantes, es necesaria una definición, en las circunstancias actuales, sobre qué podemos entender lo que en mi libro “La Nueva Opción” denomino el “nacionalismo realista” y cómo deberíamos practicarlo en nuestra Patria.
Lo cual me lleva a una cuestión previa: ¿es el patriotismo “la exacta oposición del nacionalismo” como sostiene el presidente de Francia, Emmanuel Macron? No lo creo aun cuando a Macron no le falta razón cuando afirma que “al decir, nuestros intereses primero, ¿a quién le importan los demás? Estamos borrando lo que debe ser más importante para nuestra nación (Francia), lo que le da vida, lo que la hace grande y lo que es esencial: sus valores morales”.
En la práctica, esa contradicción sólo surge cuando el nacionalismo en realidad encarna un populismo falsamente patriótico que aprovecha las frustraciones sociales, políticas y económicas de la gente para proclamar que, para superarlas, se requiere un programa que puede, en circunstancias extremas, incluir, como lo hizo el nacional socialismo en la Alemania hitleriana de los a los 30, la persecución política y étnica, la eliminación de las libertades públicas y hasta el genocidio. Eso es todo lo contrario de nacionalismo, como también lo es gobernar para, entre otras cosas, llenarse los bolsillos.
En la práctica, un nacionalismo bien entendido debe ser esencialmente patriótico, lo cual significa que, como señala el analista Yael Tamir, tienen que balancearse los intereses nacionales con las demandas de una economía globalizada. Agrego: en el contexto de un sistema democrático respetuoso de los Derechos Humanos y de la libertad de empresa, motor de la economía y, por supuesto, exento de corrupción.
Ese es precisamente el planteamiento que sostiene el nacionalismo realista: la necesidad de, por ejemplo, promover y recibir la inversión extranjera de forma tal que efectivamente aporte al desarrollo social y económico del país en un marco legal que ofrezca garantías a los inversionistas y una rentabilidad razonable y competitiva.
La estabilidad que requiere el inversionista es esencial pero debe preverse dentro de un contexto de relativa flexibilidad para las partes involucradas (Estado y empresa privada) previendo la aparición de coyunturas adversas o favorables.
Que el Perú es para los peruanos, como he reclamado muchas veces, no significa la exclusión de los extranjeros sino la priorización de los intereses nacionales reconociendo las bondades de una globalización liberal que tiene sus aspectos negativos que deben ser controlados.