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¿El más grande?

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Fecha Publicación: 15/12/2024 - 20:30
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Parece que se hubiera lanzado una competencia verbal sin control ni límites en nuestro desvalido y caótico fútbol profesional, de alguna forma llevándonos a un escenario que no contribuye ni favorece en lo más mínimo. Porque creemos que son frases sin ningún argumento. Intentemos descifrar el por qué.
A diario estamos escuchando y leyendo a dirigentes, administradores, entrenadores, jugadores y hasta utileros, que forman parte “del más grande” cuando se refieren al equipo al cual brindan sus servicios o que llegan al Perú para estar “en el más grande”.
Uno quisiera que cada expresión se validara con la realidad, pero aquello está tan distante como imaginarnos que vamos a tener un lugar en el Mundial del año 2026.
Y no se trata de un tema de sentimientos, porque “el infierno está tapizado de buenas intenciones”, qué duda cabe, sino que al analizar cada frase que se lanza sin ningún reparo, nos encontramos con una simple perorata de quienes intentan concentrar en la opinión pública un asunto que debería ser analizado con una pizca de realismo.
Jamás los clubes o equipos peruanos han practicado una política de promoción de socios; históricamente no los tienen, y en el caso de contar con un número suficiente, podrían respaldar la gestión de sus dirigentes.
Cuando en la década del 70 el inquieto Walter Lavalleja se empecinó con la firma Brasilar en construir el estadio de Matute, el egregio uruguayo vendió la idea de que el asiento en occidente y en propiedad venía con su “pan bajo el brazo” al impulsar que miles de hinchas de Alianza Lima se hicieran socios, de aquellos que hoy en día llenan cada fecha sus graderías o, para ser más objetivos, caso similar ocurre con Universitario y algo parecido, aunque distante en número, con Sporting Cristal.
De esto han pasado 50 años y un poco más, y los clubes más poderosos del medio no pueden mostrar ningún avance en la materia. Están cada día más alejados de las instituciones que en otros países tienen miles y miles de asociados, donde hay que esperar un cupo para hacerse socio, lo que no es nada fácil.
Ese objetivo nunca ha sido una meta de nuestra dirigencia. ¿Cómo se ha planteado la relación hincha-club? ¿Acaso pasó por el olfato de estos atrevidos voceros? Exprimir la tribuna, cobrando cada día precios más exorbitantes, sabiendo que el aficionado fiel y consecuente pagará hasta por caprichos, muchas veces abusivos.
A esta altura, cae de maduro la pregunta: ¿Qué podrían ofrecer al socio hoy en día? Para ser muy sinceros, nada, porque no tienen gran cosa que brindar. Pero hay algo rescatable, algo que viene envuelto en papel celofán: la “U” tiene a disposición de los suyos el estadio Lolo Fernández, donde hoy la coherencia prevalece. Cada fin de semana está al alcance de sus simpatizantes y socios, donde el tránsito de miles de personas es permanente. Eso sí, con una inteligente restricción que se agradece: prohibida la venta y el consumo de licor.
Este es el caso de Universitario de Deportes, donde, como queda claro, hay una masiva respuesta como respaldo a sus resultados deportivos. Quizás ahora sería el momento para que el club crezca y pueda mostrar que sus cuadros de asociados son cada vez mayores.
A partir de allí recién quedará en claro aquello del “más grande”. No busquemos metas sin exigencias mayores. ¡No vendamos humo! Fortalecer las instituciones pasa por tener una masa societaria potente y calificada, que, cuando terminen estas administraciones temporales o antes, ojalá, podamos por fin hablar de clubes deportivos. Total, soñar no cuesta nada.

Por Bruno Espósito Marsán

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