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El mar calmo de la espera

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Fecha Publicación: 16/08/2025 - 22:21
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En 1983, Alfonso Barrantes, “Frejolito”, ganó la Alcaldía de Lima y de otras ciudades importantes del país y tuvo la primacía de la oposición al gobierno de Belaúnde, y con ello consiguió algo que parecía imposible: una Izquierda Unida.
Seis partidos —UDP, UNIR, PCP, PSR, PCR, FOCEP— que hasta entonces se disputaban espacio y protagonismo se alinearon detrás de un solo candidato. El resultado fue histórico y marcó un punto de inflexión: por primera vez en décadas, la izquierda peruana se mostraba como un bloque sólido capaz de disputar el poder en serio.
Hoy, cuatro décadas después, esa lección parece regresar al tablero. Partido de los Trabajadores y Emprendedores (PTE-Perú), Voces del Pueblo, Nuevo Perú y Primero la Gente han firmado un pronunciamiento conjunto para impulsar una asamblea constituyente. No es toda la izquierda —el Registro de Organizaciones Políticas contabiliza cerca de 10 agrupaciones en esa corriente—, pero sí un primer paso hacia un frente común. Una señal de que, al menos para algunos, la dispersión no es una opción en 2026.
La derecha, en cambio, atraviesa un momento inverso. Donde antes existían bloques estructurados, hoy hay fragmentos: el Partido Popular Cristiano (PPC) intenta recuperar vigencia, Libertad Popular —con Pedro Cateriano y Rafael Belaunde Llosa— busca instalar un nuevo sello liberal, y otros liderazgos orbitan sin un centro de gravedad compartido. A diferencia de la izquierda, aquí no hay señales visibles de convergencia.
Y en una elección donde un punto porcentual puede definir una segunda vuelta, la fragmentación es un riesgo que no todos parecen medir, pues eso es lo que sucederá ineludiblemente: muchos partidos desaparecerán en el camino, pero fragmentarán el voto en detrimento de una derecha que necesita fortalecerse.
Las reglas del Jurado Nacional de Elecciones añaden presión. Todo funcionario que quiera postular deberá renunciar antes de octubre de 2025. Y habrá apenas dos meses —julio y agosto— para concretar las alianzas que luego se formalizarán. El tiempo es corto, la agenda es cerrada, y por eso los movimientos más importantes se producen lejos de cámaras: viajes a provincias presentados como actividades académicas, reuniones privadas que no dejan actas y conversaciones que no buscan titulares… todavía.
El factor generacional no es un detalle menor. En 2026, 2,5 millones de peruanos votarán por primera vez. Un electorado joven, hiperconectado y con una dieta política que se consume más en TikTok que en plazas públicas. Tres de cada cuatro peruanos están conectados permanentemente, y en la franja juvenil la cifra es casi total. Quien no entienda que la disputa se juega también —y, sobre todo— en el terreno digital, no tendrá opción.
La campaña formal empieza en 2026. Pero el resultado puede estar decidiéndose ahora, en esta fase silenciosa. En este mar calmo antes de la tempestad electoral. La pregunta es: ¿logrará la izquierda mantener su nueva cohesión hasta la línea de partida? ¿Podrá la derecha rearmarse a tiempo para competir en bloque? Y, sobre todo, ¿quién sabrá capitalizar mejor este tiempo invisible, antes de que las luces de la campaña lo iluminen todo?

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