El mal uso de las políticas de género
El sábado pasado en Madrid, Fabiola Yáñez, esposa del expresidente argentino Alberto Fernández, realizó una denuncia mediática sobre las supuestas agresiones físicas, emocionales y psicológicas que sufrió durante todo el período gubernamental de su esposo, e incluso antes de este.
Por obvias razones, esto es un escándalo político y moral desde cualquier ángulo. Una vez más, queda claro que ciertos sectores de izquierda, que se han adueñado de las banderas de la defensa de las mujeres, el antimachismo, el antipaternalismo, etc., solo utilizan estas causas durante las campañas, para formar ONGs subvencionadas por el progresismo internacional y para crear políticas de Estado que significan más gasto público, sin un beneficio real para el colectivo femenino, a menos que sea afín a sus ideologías.
Como sabemos, Argentina ha sido gobernada por el peronismo durante más de 20 años consecutivos, es decir, por la izquierda progresista. Las feministas, por ende, han tenido gran poder en el país debido al amplio presupuesto del que disponían, en un contexto de una economía cada vez más deteriorada. Se pensaría entonces que, dado el grado de avance en cuanto a derechos de género y la cantidad de colectivos, ONGs y asociaciones subvencionadas por el Estado argentino, el abuso contra las mujeres sería mínimo o casi nulo.
La realidad está muy lejos de ser así. Hoy se sabe que nada menos que el expresidente ha violentado a su esposa, y el entramado feminista ha mirado hacia otro lado. Frente a las gravísimas denuncias hechas por la ex primera dama argentina, y valiéndose de pruebas como mensajes de WhatsApp, videos, audios, fotos, entre otros, que demostrarían el maltrato continuo del que fue víctima, ninguna organización feminista ha salido en su defensa. Fabiola Yáñez ha denunciado que la entonces “Ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina” (Ministerio que ya no existe gracias a Milei), Ayelén Mazzina, no la ayudó cuando Yáñez solicitó su protección. La ex primera dama, golpeada en el rostro y con un grave cuadro de depresión y ansiedad, envió fotografías, mensajes de WhatsApp y audios que probaban las agresiones de Fernández; sin embargo, la ministra le pidió que se presentara en el Ministerio para conversar. Como si una primera dama pudiera salir con un ojo morado a hacer una denuncia por ser víctima del Presidente de la República, sin enfrentar consecuencias. Esa era la lógica de la feminista ministra de turno.
Por su parte, Alberto Fernández, en una entrevista con CNN en Español en 2020, durante la pandemia, declaró textualmente: “Las mujeres en Argentina saben que soy el primer feminista”. Mientras daba esa entrevista, ya golpeaba a su mujer.
Las mujeres medianamente informadas aún no sabemos cuál es el papel del Ministerio de la Mujer en Perú y en qué nos beneficia directamente. Personalmente, conozco casos cercanos de personas que han recurrido a dicho Ministerio o a determinadas ONGs feministas, y si no están alineadas con sus ideologías, simplemente no existen.
Le pasó a la ex primera dama argentina, ¿por qué no podría pasarnos a cualquiera de nosotras? Está demostrado, aquí y allá, que en el caso de la defensa de las mujeres, existe un muy mal uso de las políticas de género.
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