El jaque perpetuo de Marco Martos
El notable poeta peruano Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua, autor de una singular y prolífica obra literaria y maestro de ajedrez, escribió un libro dedicado enteramente a este maravilloso juego: Jaque perpetuo. Esta figura es una situación final sobre el tablero en la que uno de los jugadores hace jaque y el otro no puede salir de él, por lo que debe aceptar el empate. Pero no me voy a referir a alguno de esos poemas, sino a otro de Martos, también sobre ajedrez, titulado Gonzalo Rojas y Braulio Arenas, en el que enfrenta a estos conocidos poetas chilenos —el último, muy buen jugador de ajedrez— en un diálogo descarnado sobre dos hermosas damas: la del ajedrez y la del prostíbulo.
El poema empieza así: “Desde Chillán Gonzalo Rojas llegó a Santiago / para hablar con su amigo Braulio Arenas. / ‘Perdí mi juventud en los burdeles’, / dijo Rojas. ‘Perdí mis mocedades en los clubes de ajedrez’, / contestó Arenas”. Sobre dos escenarios tan disímiles, Marco Martos reseña el diálogo que sigue: “—Los burdeles dan miedo y alegría. / —Los clubes de ajedrez son un pánico en la vida. / —¿Cómo se puede preferir la dama / inventada del juego de ajedrez / a la mujer verdadera del prostíbulo? / —No lo sé, ambas no se entregan nunca”.
Pero la partida sigue: “—Miente el que diga que disfruta en un club de ajedrez. / —Miente el que se refocila con la puta en un burdel. / —Miente el que acaricia el rostro de la dama. / —Miente el que juega ajedrez en el bulín.” El poema concluye con un verso en el que Gonzalo Rojas dice: “—Nosotros somos ángeles y no mentimos nunca.”
Jaque perpetuo no es, creo, solo un hermoso título, sino un artificio y, tal vez, una magia para situarnos en el mundo y enfrentarlo. Ya sabemos que aspirar al jaque mate es una estupidez y una quimera. Proponer tablas es pecar de ingenuidad y de esperanza. Perder es genuinamente lo nuestro, pero también decir: una partida es solo una partida. Y volver a jugar, asimilando las experiencias adquiridas.
Borges, en unos célebres versos sobre el ajedrez, dice: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza, / de polvo y tiempo y sueño y agonía?” Martos mira el mundo y a Dios y se pregunta: “Miro el mundo / con el vidrio opaco / que me ha dado / la muerte. / La rosa es bella, / pero ¡tan extraña! / ¡tan efímera! / No sé qué hacer con ella. / Y tú, ¿qué haces con nosotros? / Oh Dios, / ¿con qué vidrio nos miras? / ¿Cómo nos juzgas? / Tú eres mi Dios, / tú que todo lo aniquilas.”
La poesía de Martos tiene la sabiduría de la soledad del rey enrocado en una de las esquinas del tablero. El jaque perpetuo puede salvar a ese rey, pero no cuando le llegue la noche. Por eso, en su poema El mar de las tinieblas, Carta moral a Lucilio, Escribe Séneca 40 d.C., dice: “Condición del hombre es estar solo, / vivir lo breve en la incertidumbre. / En cualquier cosa que hagas, / Lucilio, / pon tus ojos en la muerte. / Consérvate bueno.”
Jorge.alania@gmail.com
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