El insomnio que se mide por décadas…
En su poema “Dos formas del insomnio”, Borges se pregunta qué es la longevidad y se responde con sinceridad brutal: “Es el horror de ser en un cuerpo humano cuyas facultades declinan, es un insomnio que se mide por décadas y no con agujas de acero…”. En otro poema, más bien tierno y coloquial, Elogio de la sombra, dice: “La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) / puede ser el tiempo de nuestra dicha. / El animal ha muerto o casi ha muerto. /Quedan el hombre y su alma.”
Ciertamente, el cuerpo es un testigo de los años y entonces se va apagando, contradiciendo… El poeta turco Ferit Edgú escribió: “Un día vi/ cuánto puede envejecer una persona en un día.” El pintor Fernando de Szyszlo era otro, al día siguiente de la muerte de su hijo Lorenzo en un accidente de aviación. Las arrugas que se forman en años, pueden quebrar de un momento a otro un rostro. La mirada, que es luz, puede en un instante de hondo sufrimiento, convertirse en niebla, en sombra, en nada.
Edgú le pregunta a su mujer: “Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas, / El miedo a envejecer, y ese odioso tormento/ De leer el horror secreto del sacrificio/ En ojos donde un día abrevaron los nuestros? / Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas?” Y la poeta suiza Erika Burkart afirma con resignación: “Quemada la bombilla, / sucios los zapatos, / corto el día y exigua la luz, / no me ha quedado casi nada/ más que tristeza y seleccionar los libros;/ quiero ahora leerlos otra vez, / antes de que los viejos ojos se nublen en lo negro…” Sus ojos no se nublaron, aunque los de Borges sí, agotados por el glaucoma y por los años. Silvina Ocampo, su amiga de Buenos Aire, fue tan elocuente:” Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día.”
El reconocido economista y poeta Jorge Chávez Álvarez se refiere a una vieja danza solitaria: “La vida danza en los 70s su borde/ desvelado/ embudo cómico donde sucumben los egos/ En cada sombra un umbral que se adivina/ Lo todo es nada y lo nada revelado”. Sin embargo y a pesar de la danza y los 70s y la vida: “Contemplar tus labios, mi Quilla/ sempiterna/ Tus rayos, mi Inti, el arder puro/ Anidados de voz en el mañana/ En blasones, el imperio silencioso/ Y en el eco de estos versos/ Mestizos lo expurgado.”
El tiempo pasa, pero no para nosotros. Para el otro, aunque esté cerca. Por eso Mario Benedetti, escribe como en un juego: “Cuando éramos niños/ los viejos tenían como treinta/ un charco era un océano/ y la muerte lisa y llana no existía. / Luego cuando muchachos/ los viejos eran gente de cuarenta/ un estanque era un océano/ y la muerte solamente una palabra. /Ya cuando nos casamos/ los ancianos estaban en cincuenta/ un lago era un océano/ y la muerte era la muerte de los otros. / Ahora veteranos/ ya le dimos alcance a la verdad/ el océano por fin es un océano/ pero la muerte empieza a ser la nuestra.”
Jorge.alania@gmail.com
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