ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

El imperialismo sureño

Fecha Publicación: 06/05/2019 - 21:40
Escucha esta nota

El expansionismo imperial chileno lo había ya diseñado el ministro Diego Portales en 1836, al dirigirse al almirante Blanco Encalada, antes de su expedición contra la Confederación Perú-Boliviana. Decía el ministro, semanas antes de su cruel asesinato en Quillota por el capitán Florín: “(…) la confederación debe desaparecer para siempre jamás del escenario de América (…) las fuerzas navales deben operar antes que las militares, dando golpes decisivos. Debemos dominar para siempre en el Pacífico: Esta debe ser su máxima ahora, y ojalá fuera la de Chile para siempre (…)”. Esta primera expedición capituló en Paucarpata. Y Blanco Encalada, a quien Santa Cruz tuvo la estupidez de dejarlo libre, fue procesado en su país. Chile decidió una segunda expedición “restauradora”. Y zarpó una flota desde Coquimbo el 19 de julio de 1838 con 26 transportes y 5,400 hombres. Fuimos derrotados en Yungay. Y una marcha de ese nombre es el himno chileno. Por tercera vez ingresarían las aves de rapiña sureñas en 1879. Así que con la historia clínica de ese país no podemos confiar en que tenga una voluntad indoamericanista porque tiene un designio imperial y prusiano. Bolivia, al segregarse del Perú, tenía como límite meridional el paralelo 27, de acuerdo con los hitos de la Audiencia de Charcas. Las primeras Constituciones chilenas reconocieron que las fronteras de su país se extendían hasta el territorio de Atacama. Chile decidió desde 1840 apoderarse de ese desierto y suscribió con Bolivia, en 1866, un Tratado que señalaba como límite el paralelo 24 de latitud meridional e impuso un condominio en la explotación del guano y del salitre. En 1874 otorgaron ambos países otro Tratado, volviendo a señalar el paralelo 24 como su frontera. Pero, como el 14 de febrero de 1878, el gobierno alto-peruano del general Hilarión Daza promulgó una ley creando un impuesto de 10 centavos sobre el quintal de salitre exportado, tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta y se apoderaron del territorio situado al sur del paralelo 23 y al norte del 24. El Perú se vio arrastrado a la guerra porque había firmado, en febrero de 1873, un Tratado secreto de alianza defensiva –conocido por la cancillería chilena– con Bolivia. A consecuencia de dicho instrumento bilateral perdimos Tarapacá en 1883 (Tratado de Ancón) y aceptamos inexplicablemente un plebiscito sobre el destino de Tacna y Arica.