El himno y la rapsodia
Augusto Rebaglatti Castañón
Este afiche corresponde a El Himno y La Rapsodia, una película que relatará el encuentro de dos grandes músicos: José Bernardo Alzedo y Claudio Rebagliati. La película aún no está hecha, es más que nada un sueño largamente deseado. Era 1864 cuando se produjo este encuentro en Lima, Alzedo frisaba los 76 años y Rebagliati recién había cumplido 20.W
Es probable que los dos músicos se conocieran desde antes pues Alzedo, como maestro de capilla de la Catedral de Santiago y como parte de su quehacer de contratar músicos para las fiestas eclesiásticas, podría haber contado con los dos grandes violinistas Rebagliati, Claudio y Rinaldo, que residían en Chile desde 1857.
Alzedo recién había llegado a Lima después de 40 años de ausencia. Vino abandonando sus labores en la catedral de Chile y atendiendo a la invitación del Presidente San Román de encargarse de la creación del Conservatorio Nacional de Música. Una tarea que Alzedo desde hace mucho ansiaba realizar, inclusive había traído los estatutos de su creación y tenía ya escrito el primer libro de texto para el Conservatorio, su Filosofía Elemental de la Música.
Claudio por su parte había venido a Lima acompañando a su padre Ángelo y a su hermano Rinaldo a establecer un negocio, una surtida casa musical para, entre otras cosas, imprimir y vender partituras e instrumentos musicales. El negocio prometía, en Lima ya había otras prósperas casas de música que se disputaban la preferencia de los nuevos ricos limeños que demandaban música, mucha música, partituras, pianos, etc. Lima crecía en ostentación y exquisiteces debido a la bonanza de la era del guano, pero a Ángelo lo sorprendió la muerte en Italia adonde fue a hacer los arreglos necesarios, en su Liguria natal. Dificultades, en fin, pero no obstante Claudio y su hermano Rinaldo ya habían tomado la decisión de quedarse en Lima.
Un incidente previo a esa reunión es que Alzedo se había topado en la casa de música Niemeyer e Inghirami con el soberbio y arrogante músico sueco Carl Johan Eklund, ex director de las bandas del ejército. Alzedo le increpa que se haya atrevido a recomponer el Himno Nacional sin su autorización y que considere que incluso la patria le debería agradecer su gran favor. La apócrifa versión del Himno de Eklund no era la única, había otras dos versiones a la venta en Lima, la de Ferdinand Beyer y la de casa Ricordi, ninguna autorizada por el autor.
Aunque es imposible saber si Rebagliati le había ofrecido auxiliar a Alzedo, su colaboración es innegable. En 1865 dirigirá su magnífica obra “La Araucana”, en 1866 conseguirá que Mayence Chez Les Fils de B. Schott de París imprima la partitura para piano de su obra “La Chicha”. Otras acciones memorables del joven Claudio: en 1868 estrenará la “Rapsodia Peruana Un 28 de julio”, un bello ensamble de melodías entretejidas alrededor del Himno Nacional y en 1869 escribirá un elogioso informe, una gravitante opinión que decidirá al gobierno a adquirir 400 copias con lo cual Alzedo financiará la publicación de su “Filosofía Elemental de la Música”.
Ese mismo 1869 Rebagliati, al tanto de la confusión creada alrededor del Himno, le ofrece a Alzedo escribir juntos una partitura que ponga fin a las controversias sobre la verdadera versión del Himno Nacional. Alzedo accede y, debido a su avanzada edad, le advierte que solo podrá cantarle la melodía original, la que Rebagliati escribe de su puño y letra una partitura que ambos reconocerán como la Restauración del Himno Nacional. En apretada síntesis esta es la historia que se contará en la película El Himno y la Rapsodia.
Por otra parte, y como remate de este relato, quiero revelar, que un folio de esta misma partitura es la que posee la BNP para voz Mezzo Soprano en su valiosa Colección Alzedo y es parte de la donación de Carlos Raygada (el renombrado autor de la Historia Crítica del Himno Nacional). Y he aquí la primicia, estoy en capacidad de asegurar, y probar, que esa es la letra de Claudio Rebagliati; refrendo la certeza de mi afirmación en que esa es la inconfundible letra de mi tatarabuelo pues poseo otras versiones de esa misma partitura escritas con la misma letra. Con esa comprobación ese manuscrito cobra un valor inesperado; ahora pasa a ser la prueba irrefutable de la mencionada colaboración en 1869 de Claudio Rebagliati con José Bernardo Alzedo. ¿Sabrá la BNP la importancia de la pieza JBA 057 de su colección?
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