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El gran negocio de la ayuda humanitaria

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Fecha Publicación: 13/09/2025 - 21:00
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Hace unos meses, EEUU desmanteló su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), la cual se encargaba de distribuir la mayor parte de la ayuda exterior en coordinación con los gobiernos u otras agencias de los países receptores.
La ONU y diversos medios de prensa criticaron esta medida y culpan al presidente Trump de un resquebrajamiento en el sistema global de asistencia humanitaria ya que EEUU financió alrededor del 47% de los recursos humanitarios a nivel global durante 2024. En ese sentido, lo hacen responsable de los miles de muertes que están ocurriendo en Bangladesh, Afganistán, Pakistán y otros países debido al retiro de la ayuda.
Alegan que las acusaciones de corrupción a la agencia por parte del presidente norteamericano, no tienen sustento ni se han mostrado pruebas al respecto, sin embargo, hay evidencias en muchas partes del mundo que buena parte de los fondos han sido desviados para promover temas que nada tienen que ver con la ayuda humanitaria, como ideología de género o direccionamientos políticos. En Perú hemos visto que mucha de la “ayuda” distribuida por USAID se iba a engrosar las cuentas bancarias de varias ONG´s de izquierda.
La primera interrogante es: ¿EEUU debe ayudar a países que están en problemas sin recibir nada a cambio, siendo muchos de ellos abiertamente contrarios a la política estadounidense? No olvidemos que toda esa ingente cantidad de dinero despilfarrada por USAID es producto de los impuestos que pagan ciudadanos norteamericanos.
A continuación, las subsiguientes cuestiones lógicas: ¿Quiénes son los responsables que la gente muera de hambre en Bangladesh o que no tenga atención médica en Afganistán? ¿Quiénes son los responsables que millones de personas en África e Iberoamérica no tengan acceso a agua potable ni servicios básicos?
Evidentemente, los responsables, en la mayoría de los casos, han sido, y son los gobernantes y clases dirigentes. Sus nefastas políticas ideologizadas, su fanatismo religioso, su corrupción y populismo entre otros, durante décadas, han devenido en la situación actual de esas sociedades.
La ONU desde su creación en 1945 ha ayudado a poblaciones vulnerables con resultados alentadores en un principio. Sin embargo, las instituciones inevitablemente se van degradando y van perdiendo objetividad. Han habido iniciativas privadas en África e Iberoamérica que han obtenido mejores resultados con mucho menos recursos.
La Comisión Económica para África (CEPA) (ONU) planifica y ejecuta iniciativas para África desde 1958 y a la fecha, ha gastado miles de millones de dólares sin resultados concretos. Ahora hablan de la agenda 2030 y 2063 (https://www.uneca.org/about) fecha en la que muchos de nosotros no existiremos, pero seguramente el negocio seguirá en pie y gente en África seguirá viviendo en condiciones infrahumanas.
El Plan Marshall, con sus virtudes y defectos, ayudó a la recuperación de al menos 18 países europeos que recibieron aproximadamente 13,000 millones de dólares entre 1948 y 1952 y los resultados fueron extraordinarios, considerando lo que significó el desastre de la Segunda Guerra Mundial para esos países. Detalle: no habían ONG´s a cargo de la ejecución del referido plan.
El gran problema es la forma en la que se gestiona y canaliza esa ayuda humanitaria, el gigantesco andamio burocrático erigido en pos de lograr objetivos que no están bien definidos, lleno de intermediarios que reciben buenos sueldos. En consecuencia, esto se ha convertido desde hace tiempo en un negocio redondo para muchos involucrados en las “ayudas internacionales”, incluidos miembros de los gobiernos de los países receptores y por supuesto, para ONG´s internacionales y locales que brillan por su incompetencia en alcanzar los resultados supuestamente deseados.
Si sumamos a eso, la casi inexistente transparencia y rendición de cuentas, podemos concluir que solo una pequeña parte de lo recaudado llega de manera tangible a quienes realmente lo necesitan; siendo en muchos casos simplemente paliativos, que no solo no solucionan problemas de fondo como educación, desnutrición o persecución, sino que le dan oxígeno a gobiernos corruptos que presentan esos paliativos como “grandes logros” de su gobierno.
Para finalizar, debo decir que no estoy en contra de la ayuda internacional y asistencia humanitaria a países o sociedades que las necesitan. El compartir riqueza y asistir al necesitado forma parte de los valores cristiano-occidentales, y elevar los niveles de vida de una población es esencialmente un antídoto para la migración ilegal, los desplazamientos forzosos y los refugiados. Pero sí estoy en contra que se instale una burocracia dorada alrededor de esas iniciativas, que lo único que genera es ineficacia y corrupción. Considerar aquel proverbio chino que sintetiza: “No me des pescado, enséñame a pescar”.

Por José Krebs Millares (*)

Capitán de Navío (r) AP
Director Ejecutivo del Centro de Estudios Geopolíticos y de Seguridad Nacional (CEGESEN)

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