El futuro de Vela y Pérez
En materia de crear falsos valores de la Justicia –o Robin Hoods contemporáneos para teatralizar en los tribunales–, no sólo en el Perú se cuecen habas. En España, también. El ejemplo del impresentable juez Baltazar Garzón es emblemático. Esta otrora figura todopoderosa de la ley acaba de ser condenada por el Tribunal Supremo de España a 11 años de inhabilitación por prevaricación, por haber ordenado la grabación de unas conversaciones que sostenían en la cárcel presuntos cabecillas de una megatrama de corrupción con sus abogados. Según el fallo, al haber ordenado Garzón grabar lo que hablaban con sus asesores dos imputados –del Partido Popular, opuesto al PSOE con el cual simpatiza Garzón–, éste adoptó “una actitud injusta y restringió el derecho a la defensa sin razón alguna que pudiera resultar mínimamente aceptable. Tal como lo desarrolla una nota informativa, “La sentencia de 68 folios –adoptada por unanimidad y, por tanto, es firme y no puede ser apelada– supone en la práctica el fin de la carrera de Baltazar Garzón de 57 años, al perder definitivamente su condición de juez titular del hasta ahora Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional”. El fallo es entonces una colosal humillación para este fatuo irremediable que, durante décadas, se las ha pasado presumiendo de ser el paradigma de la Justicia planetaria. Porque durante los siguientes 11 años Garzón no podrá obtener ningún empleo o cargo con funciones jurisdiccionales o de gobierno dentro del poder Judicial. Aparte, obviamente, de pagar un gravamen. Peor hay más. Esta es la primera sentencia de tres procesos que Garzón tiene abiertos en la Audiencia Nacional.
Según su abogado, “mi cliente se encuentra disconforme y muy afectado”. ¡Pero claro! Si la sentencia en cuestión afirma que con su actuación Garzón ha colocado a todo el proceso penal español “al nivel de sistemas políticos y procesales característicos de tiempos ya superados (dictadura)”. Pero asimismo, determina que Garzón admitió “prácticas que en los tiempos actuales se encuentran sólo en los regímenes totalitarios en los que todo se considera válido para obtener la información que interesa”. Y complementa: “La pretensión legítima del Estado en cuanto a la persecución y sanción de conductas delictivas solo debe ser satisfecha dentro de los límites de un Estado de Derecho (…) La búsqueda de la verdad, incluso suponiendo que se alcance, no justifica el uso de cualquier medio. La Justicia obtenida a cualquier precio termina no siendo Justicia”.
Salvando siderales distancias, Garzón era para los socialistas españoles lo que estos fiscalillos Vela y Pérez son hoy para nuestra izquierda: el arquetipo de la Justicia. Sin embrago, como todo héroe socialista era un vulgar modelo con pies de barro. Un tipo que abusaba de su poderío apelando a prácticas dictatoriales, dizque para “encontrar la verdad y sacar información”. En pocas palabras, arrollaba a sus opositores políticos trasgrediendo la ley y el Estado de derecho. Si fuese independiente y justa, nuestra Corte Suprema debería aplicarle estos mismos preceptos a Vela, Pérez, Carhuancho y tantos otros “operadores judiciales”.