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El futuro de los partidos ‘clásicos’

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Fecha Publicación: 26/09/2025 - 21:30
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En la década del 90, Alberto Fujimori era una opción totalmente nueva en política. Para diferenciarse, denominó a las organizaciones que ya habían gobernado: partidos tradicionales. Aludía al APRA —pese al apoyo en la campaña contra el FREDEMO en 1990—, Acción Popular (AP) y el Partido Popular Cristiano (PPC). Eran esos tres, básicamente.
Ser un partido tradicional puede significar que tiene historia, como es el caso de los mencionados. Pero no acuñó el mote en el sentido positivo. Lo hizo con un claro afán denigratorio, como organizaciones que nada hicieron por el país, pese a haber estado en el poder. Indiferentes y asociados a las clases altas. Coadyuvó a esa percepción extendida el hecho de que los gobiernos del trío ‘clásico’ no fueron un dechado de éxitos. El de la alianza AP–PPC en 1980, con Fernando Belaúnde en la presidencia, disparó una hiperinflación que fue redoblada por el primer gobierno del APRA en 1986. También hubo mucha corrupción. Un desastre, en suma.
El golpe de Estado de Fujimori en 1992 menoscabó la democracia y acentuó la poca popularidad de estos tres partidos. Sin embargo, tuvieron una consistente representación parlamentaria que impidió la ‘re-reelección’ de Fujimori. Hicieron una sólida oposición. Alan García, siempre hábil, obtuvo para el APRA un segundo gobierno que fue muy exitoso. De cualquier forma, desde los 90 el destino del trío ‘clásico’ fue ir cuesta abajo en su rodada electoralmente.
El PPC y el APRA perdieron su inscripción y tuvieron que reinscribirse (juntar firmas por no pasar la valla de votación) en el Registro de Organizaciones Políticas. Este declive conllevó una merma de seguidores en las sucesivas votaciones. Para los comicios del 2026, las cosas se les presentan sumamente difíciles.
El PPC es uno de los pocos partidos, de los 42 que postulan en esta elección, que va en una alianza. Eso indica una dosis de realismo. Sufrió una fuga de militantes de peso. La dirigente con mayor reconocimiento es Lourdes Flores. No postula porque se considera que ha tenido muchas derrotas y porque enfrenta un proceso judicial ligado al absurdo e interminable ‘Caso Árbitros’. Pero el recambio generacional no ha encontrado un líder con el carisma de Flores. El PPC tiene mística y convicción, pero no votos. Pasar la valla electoral es su meta.
El APRA ha sufrido divisiones y peleas cainitas que lo han desdibujado. No hay quien asuma el vacío que dejó la muerte de García. No tiene liderazgo. La enorme falta de fraternidad entre sus partidarios distancia al partido de los votos. La doctrina aprista no se ha aggiornado. APRA y PPC no tuvieron representación en este gobierno, alejándolos de los ciudadanos. Tampoco cuentan con alcaldes y/o gobernadores.
AP tiene mayor representatividad y estuvo bien posicionado en las elecciones municipales anteriores. Pero el partido está deshecho, invadido por ‘los Niños’ (congresistas que vendieron su voto en el régimen de Castillo y probablemente sigan haciéndolo), sin líderes visibles.
El futuro del trío ‘clásico’ es incierto. Una lástima, porque son partidos que tuvieron enorme gravitación en la historia del Perú. Los jóvenes, los votantes más numerosos en las próximas elecciones, no los conocen. Se juegan la baja. Para algunos, les falta modernidad y sintonizar con este Perú informal, harto de corrupción y descreído.

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