El Foro APEC y las fechorías de clase
Realizar el foro APEC en el Perú es como abrir los ojos ante un mundo que superó barreras y pasó vallas para darle a la humanidad mejores oportunidades de vida en empleo, salud, educación, seguridad y mucho más; intentar sabotearlo equivale a cerrar los ojos ante la oscuridad profunda que solo el bloqueo mental de unos pocos genera, al negarse a entender el camino del cambio que el mundo inteligente ya recorrió.
Aprender del éxito ajeno es una virtud contraria a esa tendencia minoritaria y bullanguera de quienes prefieren dar trompicones donde el camino es llano y transitado por generaciones más responsables e inteligentes. Pero no, los tradicionales cabecillas no aprenden y tienen la fijación mental de autodestrucción y daño. Quieren que la imagen del Perú se vea afectada y que seamos parte de ese furgón insano y paria que deambula entre el hambre y la miseria; quieren que seamos como Venezuela o Bolivia, quieren, en resumen, agudizar las contradicciones humanas para crear el clima propicio para sus fechorías de clase.
El egocentrismo es una enfermedad lamentable que convierte a algunos en una especie de “dios sol”, es decir, el eje en torno al cual gira todo lo demás. Solo piensan en ellos, sin empatía para comprender el pensamiento y sentimiento de los demás. Algunos no comprenden el entorno regional o global y la forma en que los Estados superan sus debilidades para hacerse fuertes; otros, que son mayoría, sí entienden, pero su ego, que tiene carácter de consigna, les impide aceptarlo; esa rigidez de pensamiento los esclaviza a una ideología probadamente fracasada.
Resulta que estas minorías, las que no entienden y las que no quieren entender por dónde discurre el desarrollo de la humanidad, quieren caricaturizar al Perú ante el mundo exactamente cuando los líderes de los países más desarrollados llegan al Perú, buscando frustrar las condiciones para atraer inversiones extranjeras directas con transferencia de tecnología que mejore las condiciones de vida de nuestros compatriotas.
Somos una República en construcción y nuestra democracia no puede concebirse como un régimen de gobierno y de vida consolidados, donde las libertades absolutas imperen de la mano de la responsabilidad y madurez de su sociedad. Estamos lejos de ello, y las evidencias de los intentos de autodestrucción de la izquierda en sus diversas modalidades lo confirman.
La democracia perfecta no existe, y los países de democracias avanzadas transitaron por largos procesos de maduración. Nuestra democracia es incipiente y no puede ser “boba” sino firme y capaz de defenderse de las arremetidas de quienes la usan de manera convenida para sus fechorías.
Los sistemas de inteligencia deben haber identificado a los cabecillas visibles y, sobre todo, a aquellos clandestinos, a quienes proveen los recursos ilegales, y nuestra Policía Nacional debe actuar preventivamente y con la severidad que demanda la defensa de la patria. No podemos tolerar que, en nombre de las libertades democráticas, se destruyan las escasas oportunidades que un mundo tan complejo nos brinda. La inseguridad ciudadana hay que combatirla, pero no propiciando paros que incuben violencia en momentos cumbre para el Perú.
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