El Día del Trabajo
Hoy se celebra el Día del Trabajo, fecha en la que se conmemora internacionalmente la histórica hazaña de los Mártires de Chicago, quienes lograron, con su sacrificio, la jornada de ocho horas diarias.
Hoy el Día del Trabajo debe tener un significado actual y también ejemplar, dedicarse, honesta y lealmente, a una ocupación o profesión que, además de proporcionar los medios necesarios para la subsistencia personal y familiar, sirva para la realización plena y cabal de la persona y de nuestro país, cuyo progreso depende en gran parte del trabajo, del esfuerzo decidido de cada uno.
Roguemos siempre a Dios que bendiga nuestro trabajo y que no nos falte nunca, pues solamente el trabajo ennoblece toda actitud humana. Ofrendamos el trabajo como gracia que recibimos y pidamos con fe, al Señor, que lo proporciones a quien le falte.
Y que una filosofía cristiana inspire, tanto a empleadores como a trabajadores, para que la justicia social haga de veras provechoso el empeño y sirva para el desarrollo de unos y otros.
El trabajo es un dar de sí todo cuanto sea posible: inteligencia, voluntad, energía, fuerza, ideas, tecnología y profesionalismo. Es también aportar mucho de lo propio para concretar un empeño común y que éste sirva para el bien, tanto propio y familiar, como para el desarrollo del centro de labores, el bienestar social y el progreso del país.
El trabajo quedaría disminuido como valor si solamente se le considera un medio de riqueza, como factor para el logro de bienes materiales -aunque indispensable para la subsistencia-. El trabajo produce su fruto, el cual en términos generales, se concreta en dinero. ¡Pero éste no es fuente cierta y permanente de felicidad! Lo que hace feliz es dedicarse en cuerpo y alma al trabajo.
La Constitución Política determina que “El trabajo es un deber y un derecho. Es la base del bienestar social y medio de realización de la persona” (Artículo 22). Esto significa que nadie que pueda trabajar debe abstenerse de hacerlo -para cumplir el deber-. Pero a la vez a nadie se le puede -desde el punto de vista de ética y política- privar de su trabajo, aunque se cree la ficticia figura de la "compensación". No hay “compensación” que valga ante la pérdida de una ocupación estable. Y en ello el Estado tiene grave responsabilidad. Igualmente las empresas que efectúan despidos masivos no siempre justificadamente.
El derecho al trabajo es inherente al derecho a la vida, a la salud, a la educación, al bienestar familiar y al orden social. "El trabajo, en sus diversas modalidades, es objeto de atención prioritaria del Estado, el cual protege especialmente a la madre, al menor de edad y al impedido que trabajan. El Estado promueve condiciones para el progreso social y económico, en especial mediante políticas de fomento del empleo productivo y de educación para el trabajo. Ninguna relación laboral puede limitar el ejercicio de los derechos constitucionales, ni desconocer o rebajar la dignidad del trabajador. Nadie está obligado a prestar trabajo sin retribución o sin su libre consentimiento". Este, hoy, es un ideal que prevé el artículo 23 de la Carta Magna.
Ofrendamos a Dios nuestro trabajo de cada día e implorémosle que no nos falte.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.