El desarrollo del Perú y la era Trump
El 20 de enero, Donald Trump asume como 47º presidente de los Estados Unidos, y a diferencia de su anterior presidencia donde sufrió de inexperiencia en política, Trump ha corrido con los nombramientos de sus principales colaboradores para pasar rápidamente por las confirmaciones del Senado, que hoy controla, y así tomar en poco tiempo el control del Estado. No quiere perder tiempo y está apurado para dejar su legado. Lo ayudan en este esfuerzo dos titanes del empresariado, Elon Musk y Vivek Ramaswami que estarán abocados a desmontar el andamiaje burocrático armado por la izquierda en Washington. También ha dado pinceladas de lo que será su prioridad, Estados Unidos primero, desaparecer la política Woke, y lo que será su política exterior. Usará el comercio exterior como arma de negociación sabiendo que tiene el mercado más apetecible del mundo al que todos quieren llegar.
Al Perú le fue bien en el primer gobierno de Trump a pesar de la pandemia. Se mantuvo el tratado de libre comercio y nuestras exportaciones con alto contenido de mano de obra especialmente productos agrícolas y textiles continuaron creciendo. Pero las relaciones del Perú con Estados Unidos no han sido siempre un lecho de rosas, y malos recuerdos aún quedan. La expropiación masiva de empresas americanas en el Velascato, como la IPC, la Cerro, Marcona Mining, W.R. Grace y el Banco Continental entre otras, que si bien se pagaron con el acuerdo De la Flor-Greene, marcaron las relaciones de Perú y Estados Unidos por décadas. Solo se restablecen plenamente en temas de inversiones en el Gobierno de Alberto Fujimori, a raíz de la nueva Constitución y la privatización de empresas públicas, así como el apoyo de Estados Unidos al Perú con el plan Brady para reestructurar su deuda externa en 1996. La inversión directa norteamericana regresó entonces al Perú en inversiones importantes en energía e hidrocarburos, minería e industrias y también inversionistas en nuestros bonos y mercado de capitales. El Perú levanta su deuda, sin condiciones, solo con su calificación crediticia en Wall Street, no en Pekín que presta a los países en quiebra con condiciones muy duras. Finalmente, Biden le dio legitimidad a Dina con su paseo de la mano en Washington.
Pero hoy aparece un competidor en escena, China, con su iniciativa de “La Franja y la Ruta”, firmada en secreto por Vizcarra, comprando principalmente nuestros minerales y harina de pescado de bajo valor agregado y vendiéndonos productos manufacturados baratos o subsidiados. Ha invertido comprando empresas existentes en minería, hidrocarburos, y energía y por supuesto el consabido puerto de Chancay. Pero también aparecen en escena constructoras chinas que han birlado más de 10,000 millones de soles al estado en contratos incumplidos y con fianzas inejecutables, así como los pesqueros chinos que depredan nuestra pota con la excusa de estar fuera de las 200 millas al igual que hicieron los rusos con el jurel en la década de los 70 y 80. Curiosamente la izquierda no se pronuncia contra ese pillaje, cuando sí aplaudió las estatizaciones de empresas formales por Velasco. No cabe duda de que China también practica lo de China primero, pero sin escrúpulos.
Hoy el ingreso de Trump a la Casa Blanca debería ser una oportunidad para el Perú de reforzar y equilibrar las relaciones con Washington y no sesgarlas solamente a China, y buscando siempre el beneficio del Perú de la competencia de ambas potencias. No debemos priorizar las relaciones con China sobre las de Estados Unidos. China ha mercadeado muy bien el puerto de Chancay a un país ha ávido de inversiones, pero que no nos quepa duda el interés de China no es la democracia, sino tener un puerto sobre el Pacífico con pretensiones geopolíticas, y de donde exportar las materias primas y llenarnos de sus productos manufacturados que no va a poder vender a los Estados Unidos por los altos aranceles que les van a poner, y además tener en Chancay una zona económica especial con cero impuesto a la renta, y con características de extra territorialidad.
Por Ismael Benavides
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