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El colocho Petro busca pleito

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Fecha Publicación: 08/08/2025 - 21:50
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Gustavo Petro, presidente de Colombia y más conocido por sus múltiples vicios, su pasado terrorista y su tendencia a crear escándalos y conflictos, busca generar una tensión peligrosa en la frontera con Perú. Ahora cuestiona la soberanía peruana sobre la isla Santa Rosa, en la triple frontera amazónica. Petro —siempre bajo el efecto de alguna sustancia— ha afirmado que Perú incumplió tratados históricos, generando una nueva queja que surge de su ignorancia supina y su vanidad política. Aquí no hay una estrategia diplomática seria, sino ganas de meter lío y buscar pleito. Hay documentación de sobra y los tratados lo desmienten, incluyendo el Salomón Lozano de 1922. Todo señala claramente que esa zona nos pertenece.
Lo irónico de esta situación es que, en su afán por crear titulares, Petro parece olvidar que la isla Santa Rosa, conocida también como Q’ente por las comunidades indígenas, ha sido reconocida como territorio peruano desde hace décadas. Como menciona el reconocido periodista Aldo Mariátegui en su columna en Perú21, la presencia peruana en Santa Rosa es sólida y legítima, respaldada por la ley y la historia, y que “la isla siempre ha sido peruana”. La población local se identifica como peruana en su mayoría y mantiene viva su identidad y tradiciones, sin que las declaraciones de Petro cambien ese sentir.
No obstante, el terrorista Gustavo Petro —exmilitante del grupo terrorista M-19— insiste en desconocer la historia y lanzar patrañas. Amenaza con acudir a la Corte de La Haya en un circo mediático, olvidando la retirada de Colombia del Pacto de Bogotá, que le impide presentar demandas en ese tribunal sin un acuerdo previo. Sus incursiones aéreas y militares en la zona consolidan la percepción de que su estrategia es crear conflictos, en lugar de buscar soluciones diplomáticas reales.
Mientras tanto, la comunidad local de Santa Rosa rechaza esas acusaciones infundadas y exige que se respete su identidad y territorio. La historia y los tratados, como afirma Mariátegui, dejan claro que Santa Rosa pertenece al Perú, y ninguna declaración o disputa mediática podrá revertir lo que los tratados y la propia historia han sellado.
En definitiva, la jugada de Petro parece más una estrategia de distracción que una verdadera intención de resolver su imaginaria disputa territorial. La historia, la ley y la comunidad peruana en la zona están del lado de la verdad y la justicia. La confrontación, si bien puede parecer un juego de poder, solo aviva una tensión innecesaria en una región que debería primar por la paz y la cooperación. La historia y los hechos le dan la razón al Perú y, en el fondo, esa es la verdadera lección que deja esta polémica: no hay disputas legítimas que puedan erosionar la realidad en el terreno ni la soberanía de nuestra nación, y menos en una isla amazónica que lleva el nombre de nuestra venerada santa limeña, Santa Rosa.

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