El circo y el ilusionista
Estas Fiestas Patrias serán diferentes. Se ha prohibido toda actividad con aglomeraciones. Lo único que sí se realizará es el aburrido discurso presidencial que, de parecerse a los escuchados diariamente en los últimos cuatro meses, estará lleno de promesas que no se cumplirán.
Desde niño disfruté las Fiestas Patrias. En mis recuerdos estas celebraciones me daban ilusión porque el aguinaldo permitía a mi padre comprarnos ropa nueva, asistíamos al desfile militar y disfrutábamos de los circos, donde soñábamos con una selva de elefantes, tigres, osos, jirafas; reíamos con los payasos, los equilibristas dejaban a todos sin respiración y los magos cautivaban con sus trucos.
La pandemia nos privará de los circos, y el momento que vivimos y la impotencia que sentimos han convertido nuestras ilusiones y sueños en una repetitiva pesadilla: estamos dentro de un circo observando angustiados a un Gobierno manejado por pesados elefantes que deben implementar hospitales, comprar medicinas, mientras miles de peruanos mueren. Los osos caminan en cámara lenta y llevan, tardíamente, mascarillas y otros elementos de protección a nuestros heroicos médicos y enfermeras. Los improvisados e inexpertos equilibristas, sin medir el peligro, nos dejan sin respirar porque no proveen el oxígeno necesario.
En la pesadilla hay muchos payasos con el rostro pintado de peligroso color rojo, aplauden felices porque su soñada igualdad se hacía realidad al comprobar que todos éramos pobres, menos ellos. La función culminaba con el mago, famoso porque un día estando apremiado, sacó una carta de su manga e hizo realidad los Juegos Panamericanos Lima 2019. Un “sueño” vendido a los peruanos que se sintieron muy orgullosos del gran logro, sin importar los millones gastados que hubiesen permitido construir e implementar decenas de hospitales y postas.
Lo peor de la pesadilla fue descubrir que el mago era el presidente y además de ilusionista hipnotizaba prometiendo hospitales, colegios, bonos, canastas, camas UCI, tablets, oxígeno, para no cumplir.
En su último acto, desesperado para que la gente volviera a creerle, desapareció dentro de su sombrero al conejo culpable de sus actos fallidos y sacó a un gruñón domador de tigres, pensando que así someterá a un pueblo que se rebela decepcionado porque como una impasible jirafa del circo, desde la altura de su ego parece no darse cuenta que por sus actos han muerto trece mil peruanos y la economía del país se va quedando vacía, como el circo con su mago.
Luis Otoya Trelles