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El catastrofismo de los odiadores

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Fecha Publicación: 02/11/2019 - 22:00
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“Los catastrofistas de la oposición vienen sembrando un estado de pánico entre los ciudadanos, sólo para atacar al régimen del presidente constitucional Martín Vizcarra.” Es el eslogan de los bienpensados, buenistas y políticamente correctos para evitar que la gente comprenda que el Perú está en el peligrosísimo trance de ingresar a la cofradía progre-marxista que enarbolan Cuba y Venezuela. Claro que los catastrofistas son los propios progre-marxistas, pues utilizan el engaño como arma para conquistar el poder. Veamos.

La última vez que hubo elecciones fue en 2016. Ganaron por mayoría PPK –representante de la derecha- como jefe del Ejecutivo, y Fuerza Popular –centro- como quórum legislativo. Pero Kuczynski traicionó a sus votantes aliándose con la izquierda progre. Después su partenaire Vizcarra ahondaría la traición pactando con el marxismo, socio de la progresía camaleónica. Por tanto el eslogan de los políticamente correctos es falsario. Porque desmiente una advertencia sobre lo que comprobamos está ocurriendo ante nuestros ojos. Más bien los catastrofistas son ellos, al solapar ese riesgo evidente como hecho favorable, pasando por agua tibia el golpe de Estado de Vizcarra –clausuró el Congreso- y calificando de positivas las elecciones de enero, sabiendo que serán el germen del cual brotará la Asamblea Constituyente que transformará al Perú en nación socialista estilo Venezuela. ¡Esta truculenta falsedad sí es eminentemente catastrofista!

La gente que predica como proletaria siendo hipercapitalista; las personas enviciadas por mamar del Estado sin realmente trabajar; los peruanos habituados a la huachafería del arribismo político; y los ciudadanos intoxicados por el costumbrismo de endiosar a excompatriotas premiados en el exterior -como adular al marqués español ganador de un Nobel, y en simultáneo odiador de quienes lo derrotaran en el trance de su luctuoso paso por la política nativa- viven opinando y sermoneando como socialistas. Su mensaje perverso estriba en denunciar a gente como usted, amable lector -forjada al amparo no solo de principios democráticos sino defensora del Estado de Derecho-, únicamente por no simpatizar con la gestión Vizcarra. Y ahí hay mar de fondo.

Recordemos que mientras el Nobel-noble Vargas Llosa postulaba a su desafortunada aspiración de jefaturar el Estado peruano –reiteramos, candidateó como portaestandarte de la derecha peruana- sus simpatizantes obviamente profesaban el credo derechista. Pero –y aquí radica toda su rabieta- inmediatamente después de fracasar en su experiencia electoral Vargas Llosa dio un giro ideológico copernicano. ¡De derecha a izquierda! ¿La razón? Obtener el ansiado premio literario que había esperado a lo largo de medio siglo. Eso sí, a criterio del autor de La Tía Julia y el Escribidor quienes lo habían favorecido con su voto en los comicios de 1990 debieron comprender que su obligación incluía el ritual travesti de hacer exactamente lo mismo que él. Es decir, pasar de ser acérrimos derechistas a obstinados socialistas. Eso sí, de no hacerlo soportarían las iras del escribidor. Tanto ninguneándolos como calificándolos de peruanitos de tercera categoría. O peor aún, ser digitados como unos vulgares delincuentes bajo el oprobioso epíteto de fujimorista, fujimontesinista, fujiaprista. Como traidoramente gusta calificar a sus ex votantes.

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