El caso de los niños ucranianos secuestrados por Rusia
Desde que la Corte Penal Internacional -instancia supranacional planetaria que juzga imputaciones individuales conforme a su norma jurídica fundacional que es el Estatuto de Roma de 1998, del que por cierto el Perú es Estado Parte-, requirió la semana anterior la detención del presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, y de María Lvova-Belova, la comisaria rusa encargada de la infancia, por el envío ilegal de 16,200 niños ucranianos hacia Rusia bajo la acusación del delito de crimen de guerra, el grave problema ha cobrado cada vez mayor notoriedad.
Aunque ya he referido en una columna anterior que no podrían ser detenidos ni juzgados por la CPI dado que Rusia no es Estado Parte de este tribunal internacional, que no depende de la ONU, lo cierto es que esta realidad jurídica no los exime de que, en algún momento, cuando acabe la guerra, pues no hay seriamente otro escenario jurídico realista a la mano, deberán responder a la justicia rusa u otra internacional ad hoc que se pudiera crear.
En los diversos sistemas jurídicos que cuenta el mundo -romano germánico, anglosajón, islámico, ruso, etc.,- los niños son objeto de una protección jurídica extraordinaria a la luz de la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU (1989).
Siendo el niño para el derecho en su universalidad como ciencia, la persona humana de mayor vulnerabilidad e indefensión, existen reglas nacionales e internacionales que ningún Estado ni sus autoridades podrían sustraerse de sanciones por su incumplimiento al impactar en su estructura volitiva y en su naturaleza bio-psico-social. El bien jurídico máximo que se protege en el menor de edad por supuesto que es la vida y ésta debe ser preservada in extremis.
El traslado forzoso de los niños ucranianos hacia Rusia, entonces, ha producido un potente daño psicológico solamente con el tiempo atenuable. Los Convenios de Ginebra sobre Derecho Internacional Humanitario que obligan a las partes en combate a proteger a quienes no son parte de la guerra, como es el caso de los infantes, han sido desdeñados por Rusia y por su presidente.
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