El carnaval, fiesta del pueblo
El carnaval es la fiesta popular por antonomasia. El desorden oculto de cada quien frente al orden del mundo. Aquí o en México o Ecuador o Colombia es lo mismo. Pero también algo más: la máscara de nuestra verdad histórica. Para verla sólo a ella y no al rostro que la encubre, danzamos y bebemos hasta que amanece. Y así un día y otro día…aquí y allá.
Ha muerto Pedro Páramo y las viejas campanas de Comala doblan por él. La gente se congrega y reza, mientras los vendedores de baratijas y comida se instalan sobre el arenal. Hay un silencio piadoso que se va alargando hasta que de pronto una bombarda lo rompe y luego otra y otra. Alguien grita una imprecación, al tiempo que unos fuegos de artificio rajan el cielo. El duelo ha cesado sin que nadie sepa porqué y comienza la fiesta. Arlequines y saltimbanquis van de aquí para allá y se empieza a verter las jarras de aguardiente. Los lugareños bailan sin que se pueda intuir si es de pena o de júbilo. En algún lugar del mágico alboroto se escucha un disparo, pero nadie se asusta. Un borracho jura que jamás se irá de esta tierra, pero en unos días estará muy lejos. Al carnaval de la muerte le sigue el carnaval de la vida, el duelo y la fiesta, el rostro y la máscara, el silencio y la bulla…
En muchos pueblos de Hispanoamérica, los carnavales conmemoran a los santos patrones. Muchos tienen el mismo o la misma y en casi todos la leyenda de su entronización es idéntica. Un día llegó una imagen o estatua en procesión desde algún lugar y cuando se la quisieron llevar- o ella misma quiso seguir su propio camino- no la pudieron mover. Clavada en su sitio, con el peso del mundo en su cruz o en su regazo, no le quedó más alternativa (a ella y a los poblanos) que dejarla quedarse y convertirse en el patrón o en la patrona del pueblo. El día de ese milagro, se declaró fiesta popular y entonces huacones, negritos, sicuris, valichas, diablos danzantes, emergieron de los mitos de esos pueblos para perpetuar el carnaval.
El turismo en el Perú es una gran alternativa de desarrollo y de integración nacional. De un tiempo a esta parte, sin embargo, lo es especialmente para sus regiones. En esa visionaria óptica no se trata sólo de Lima, su riqueza colonial y su modernismo, sino de sus provincias, sus distritos y en ellos de una de sus expresiones populares más atractivas: los carnavales. Cada vez hay más visitantes extranjeros y nacionales a esas fiestas del color y la alegría que tienen nuestra impronta y que deben ser particularmente promovidos.
Los danzantes del carnaval alzan sus manos y sus pañuelos: “Cantemos, bailemos/ sobre esta granada/ hasta que reviente/ agua colorada. / Desde Chukiwuana/ me mandaron flores/ en una canasta/ llenita de amores.”
Jorge.alania@gmail.com
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