El camino del amor
Queridos hermanos, estamos ante el IV domingo del tiempo ordinario. En este día, el profeta Jeremías en la primera lectura nos habla así, sobre el llamado de Dios: “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones. No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”. Dios nos ha elegido, tal y como somos, nos ha llamado y nos ha constituido para una misión muy importante. ¿Quién está contra nosotros? Es el demonio que nos roba la vida todos los días, que nos presenta seducciones, nos hace caer, nos pone falsos conceptos de felicidad como el dinero, el prestigio, la fama, el adulterio, etc. Tenemos que tener en claro, que todas esas son engaño del demonio.
En el Salmo 70, respondemos: “Mi boca contará tu salvación, Señor. Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud”. Hermanos, este canto anuncia que Él es nuestro salvador. La segunda lectura, de la carta de san Pablo a los Corintios, nos habla de quién es Dios: “Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente”. ¿Cuál es el mejor camino al cual Dios nos llama? Amar, el camino del amor.
Todo pasa menos el amor, hermanos. Es Dios con un amor grande hacia el hombre. Ese amor no tiene envidia, no es engreído, no es egoísta ni irrita ni mucho menos tiene en cuenta la injusticia. “Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”, nos dice la Palabra. Es esto lo que Dios quiere hacer con nosotros, es decir, quiere inculcar en el corazón de piedra que tenemos, un corazón de carne. Lo más importante entre la esperanza, la fe y el amor; lo más grande es el amor. En el Evangelio de san Lucas nos dice: “En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. ¿Pero a qué palabra se refiere? A que Dios ha enviado a Jesús para abrirnos el corazón, la mente y las fuerzas para trascendernos en los demás. Jesús les dijo, también “Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo”. Hermanos, estos son los signos que nos da Dios, su Hijo destruía el templo y la ley humana, por eso el pueblo de Israel no lo aceptaba. Invoquemos hoy, el nombre del Señor, que está cerca. Invoca al Señor que quiere cambiar tu vida así como ha cambiado la mía y la muchos otros hermanos que podemos dar testimonio de su amor y misiericordia.