El cambio climático mundial y la COP 27
En el balneario de Sharm El Skeikh, en Egipto, desde el día de ayer y hasta el 18 de noviembre se realizará la COP 27 (acrónimo de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) y que, de acuerdo con lo programado, los días 7 y 8 será el encuentro de los líderes mundiales, como el momento que genera mayor atención de la prensa internacional, además de la participación de otros interesados en discutir y determinar compromisos por la lucha contra el cambio climático. Evento en el que ya está casi confirmada la ausencia de Rishi Sunak, el nuevo primer ministro del Reino Unido, así como la no asistencia del rey Carlos III, entusiasta promotor de la referida lucha.
Tuvo lugar en Berlín, en 1995, la primera COP. Oportunidad en la que ya se percibía, como una amenaza de los efectos que podía producir el cambio climático, y que hoy ya es una preocupación urgente que todos los países del mundo, además de sus problemas internos, deben atender con decisión y prontitud.
Según un estudio realizado por la ONU, antes de la COP 27, se afirma que el mundo se orienta hacia un calentamiento de entre 2.1 a 2.9 grados Celsius; límites que superan el máximo estimado en 1.9, a pesar de que en el Acuerdo de París (2015) los países habían acordado lograr que el calentamiento global llegue a un máximo de 1.5 grados Celsius.
De los resultados de los diversos encuentros internacionales que se han realizado tienen especial importancia el Protocolo de Kioto (1997) y el referido Acuerdo de París; pues, los países pobres son los que más se perjudican con el cambio climático por no contar con los recursos que les permitan hacer frente a esa realidad que hoy padecen.
Pero, lo cierto y preocupante es que no son los países en proceso de desarrollo los que actúan en contra del calentamiento global dando lugar al cambio climático, sino son las grandes potencias, con sus economías altamente desarrolladas que dominan al mundo, las que no se comportan de conformidad a lo que la humanidad reclama; esto es, un ambiente natural que permita vivir con tranquilidad, sin estar expuesta a las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de la atmósfera por la actividad industrial, así como por la variación incontrolada de las temperatura climática en lugares a los que no está acostumbrada la población.
Se invierte tiempo y mucho dinero en la realización de estas conferencias internacionales, con miras a cuidar y preservar el buen clima del planeta, pero las negociaciones y acuerdos a los que se arriba no serán suficientemente efectivos si los países altamente industrializados no se comportan, a través de sus autoridades, como así lo exige la realidad actual.
Suficiente con recordar la inaceptable conducta, dentro del marco de las relaciones internacionales, de las grandes economías cuando sus intereses se ven afectados. Por ejemplo, cuando en Kioto, Japón, se acordó que 37 naciones, consideradas las más industrializadas, además de la Comunidad Europea, se comprometieran a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, instando a las demás naciones que lo hicieran en forma voluntaria, un total de 191 países lo ratificaron, pero entre los cuales no se encontraba Estados Unidos que, por el contrario, lo abandonó en el 2001. Igualmente, la gran potencia del norte, durante el gobierno del presidente Donald Trump abandonó el Acuerdo de París, pero retornó con Joe Biden.
El planeta Tierra necesita con urgencia que todos los países del mundo, especialmente las grandes potencias que manejan la economía internacional, no únicamente asistan a estas conferencias para tener presencia singular produciendo acuerdos y compromisos que terminan siendo solo buenas intenciones o engañosas obligaciones, sino que se comprometan a respetar y cumplirlos.
Esperemos que esta COP 27 no sea una conferencia más, de las que nos tienen acostumbrados algunos organismos internacionales, y que las buenas intenciones que de seguro en voz alta se dejan escuchar, ahora sí, en serio, se comprometan a respetar. La población del mundo así lo exige; pues, de lo contrario, se estaría cometiendo un delito de lesa humanidad.
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