El bolsonarismo vive
Jair Messias Bolsonaro (1955), un emergente excapitán del ejército de su país, que gobernó Brasil en el período 2019-2022, convirtiéndose en el 38° mandatario del gigante sudamericano, después de culminar su mandato, muchos lo creyeron acabado o por lo menos debilitado o hasta apagado, políticamente, sobre todo, luego de que lo imputaran de impulsar un golpe de Estado contra el flamante gobierno del actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a poco de asumir la presidencia nuevamente en enero de 2023, lo que le costó quedar inhabilitado al ser declarado inelegible por 8 años por abuso de poder; sin embargo, lo que hemos visto recientemente en Sao Paulo, ha sido una evidencia de su vigencia, siendo capaz de congregar a casi 200 mil personas, que salieron a las calles a profesarle su respaldo. Ser presidente de Brasil es un reto muy grande pues éste no es cualquier país y me estoy refiriendo a Brasil en términos de poder. Se trata del Estado, de cuya gravitación geopolítica, ninguna nación periférica –todos los países de Sudamérica lo son respecto del Brasil–, podría exonerarse de su impacto e influencia. Es verdad que algunos Estados, como sucede con Argentina, aun en estos nuevos tiempos, con Javier Milei, mantienen un nivel de dependencia realmente relevante. Las expectativas sobre la figura de Bolsonaro parecen hallarse intactas.
La referida foto del reciente espaldarazo multitudinario al expresidente, es elocuente. Bolsonaro no ha ocultado sus canteras ultraconservadoras ni su discurso radical, que, en definitiva, fueron las estrategias que lo llevaron al Palacio de Planalto, sede del poder ejecutivo, en 2019. En efecto, por su discurso irreverente y hasta extravagante, ganó tribunas de adictos que parecen querer escucharlo otra vez en ese tono. Es probable que Bolsonaro busque otra vez la presidencia y sabe que no la tendrá fácil por eso convocó a sus partidarios y simpatizantes en la idea de tirarse abajo el impedimento que le impuso el Tribunal Superior Electoral judicial que lo mantiene fuera de carrera al considerar que Bolsonaro había cuestionado la veracidad del sistema de urnas electrónicas. Aunque se le vio bien, recordemos que sufrió un atentado contra su vida durante la contienda político-presidencial que lo llevó a la presidencia y por esa razón tiene hacia adelante, una agenda diversificada le que demandará muchos esfuerzos si quiere volver a conseguir el poder en un país donde la corrupción, que terminó monopolizando gran parte de la vida nacional, generando una crisis de valores políticos a todo nivel, no ha sido vencida o superada. Todavía falta algún tiempo estratégico como para empezar a efectuar especulaciones más cabales sobre sus posibilidades reales. En todo caso, Lula y, en general, la izquierda brasileña, sabe que la ultraderecha de ese país, ha decidido no quedarse en sus cuarteles de invierno.
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