El beso
España había ganado el campeonato mundial femenino de futbol y el frenesí de la gloria estaba en los españoles hasta el tope. Las jugadoras saltan de alegría y suben al podio para recibir la copa, y en medio de esa algarabía, el presidente de la RFEF le estampa un beso (sin lengua) en la boca a una jugadora y le da una nalgada para que pase y venga la siguiente. Nada de lo que no hubiera podido pasar con un hombre jugador de fútbol, ya que la cultura futbolística entre varones que predomina está plagada de ese tipo de chanzas o afectos de camaradería. Lo vemos todos los días en las canchas de futbol donde dos hombres se besan en las mejillas o en la boca ente un gol de su equipo. Ni qué se diga lo que se estila en los camarines donde las bromas subidas de salsa verde son ley. Y al final del partido el intercambio de camisetas entre los capitanes con el torso desnudo.
¿Debe esa misma cultura masculina aplicarse por igual a las mujeres? Pues yo creo que sí. Si el futbol es un deporte de varones donde las mujeres recién hacen su aparición hace solo unas décadas, lo lógico es que ellas se adapten al mundo de ellos que ellos tengan que adaptarse al mundo de los recién llegados. Es absurdo. Eso lo debe haber entendido en un principio la jugadora besada y nalgueada, pues declaró que para ella no había tema y que todo había sido parte de la euforia, una anécdota para más señas.
De inmediato saltaron a coro las feministas y el gobierno de izquierda español a exigir las disculpas públicas del presidente de la Federación Española de Fútbol por acoso y tocamientos no consentidos. Es decir, lo que en el contexto en que se dio el hecho muestra un claro acto sin malicia alguna propio de la cultura de la camaradería masculina, fue transformado a un símbolo de acto de agresión sexual.
Entonces varios tuvieron que bajar la cabeza, empezando por el presidente de la Federación que pidió disculpas por un acto sin doble intención. Luego vino la jugadora que al inicio de este cuento no vio nada malo en el ósculo y la palmadita del presidente, presionada publica una carta que pone en boca de un gremio de representantes de jugadoras de fútbol femenino, una exhortación para que las conductas que ella en un principio avaló, luego no vuelvan a ocurrir nunca más.
Inmenso ejemplo de lo que es la red caviar a nivel mundial. Sucede, así como en el fútbol femenino lo mismo que en las grandes migraciones que asolan Europa. Son ellos, los migrantes, los que se deberían adaptar al occidente y no occidente a ellos. Después de todo el fútbol no es ningún ballet.
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