El adelanto de elecciones es una alternativa real
Martín Vizcarra ha demostrado en casi un año de gestión que no tiene muchas cualidades para liderar el Ejecutivo, no hay ideas para el despegue económico, en donde las expectativas de crecimiento para este año son cada vez menos alentadoras, tampoco avances en la reconstrucción del norte, cuestión dramática si tenemos en cuenta que todo indica que las lluvias vendrán sí o sí. La reacción ante lo ocurrido en el sur y menos aún la prevención han sido mínimamente aceptables. La lucha contra la pobreza monetaria, contra la anemia y a favor de la generación de empleo muestra cifras en rojo. Finalmente la seguridad ciudadana cada día entra en una emergencia mayor. El Presidente parece más preocupado en su aprobación –que viene cayendo lenta pero sostenidamente– y colocar publicidad estatal en medios privados para que varios de estos hagan las veces de sus escuderos.
Esta lectura sobre Vizcarra y su gris equipo ministerial estaba medianamente clara ya hace algunos meses, también sabíamos de la vocación autoritaria de aquel que no tiene la legitimidad de los votos y de su empeño por controlar el Ministerio Público y quebrar las resistencias a su voluntad en el Parlamento, primero amenazando su cierre y más recientemente con la promoción del transfuguismo y el servilismo de congresistas con escasos principios y que ahora son sus satélites. Es una cuestión que, tolerada por muchos, se dejaba ver traslúcidamente.
Lo nuevo es que, para todo efecto práctico, se confirma en estos días que Vizcarra era el hombre del “Club de la Construcción” en la campaña de Kuczynski, de la que fue principal articulador, que estaba al tanto de los aportes de este grupo –probablemente impulsados por él– y que luego en este gobierno PPKausa el beneficio obtenido por CASA ha sido inmenso, en la primera etapa con el vacado expresidente y, en esta segunda, bajo su conducción. Ello redondea el hecho contundente de que haya sido apoderado de Graña y Montero. El Presidente accesitario defiende intereses particulares desde su posición y busca impunidad para sus amigos. Esto se clarifica cada día que pasa.
Todo ello nos da cuenta de que Martín Vizcarra, jefe de campaña de Kuczynski y su vicepresidente, no tiene realmente autoridad moral para conducir al país, menos aún para emprender ninguna cruzada contra la corrupción, ya que él ha sido hombre clave y apoyo de los principales corruptores de la trama Lava Jato: las empresas consorciadas peruanas.
Poco a poco la salida de elecciones anticipadas para renovarlo todo va a cobrar fuerza. Es lo único que asegura la posibilidad de una renovada convivencia política sin el tutelaje de Odebrecht.
Enrique Valderrama Peña
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