El abrazo del dragón
En una era donde la geopolítica se define por inversiones y megaproyectos, América Latina ha caído en el abrazo de un nuevo actor global: China. De ser el gigante adormecido del siglo XX, se ha configurado como el arquitecto silencioso de un nuevo orden regional. La inquietud ante esta situación no se limita a discernir los intereses de China en América Latina, sino a qué está dispuesto a entregar la región a cambio de ese abrazo. Para Perú, la respuesta es más cruda de lo que imaginamos.
La estrategia de China en América Latina es integral, más acelerada y profunda que en cualquier otra región emergente. Según la representación china en la última reunión BRICS, en 2023 su inversión directa acumulada en la región llegó a más de 600 mil millones de dólares en sectores clave como energía, infraestructura, minería y tecnología. Perú se posiciona como el segundo destino de capitales chinos después de Brasil.
El caso del puerto de Chancay ilustra esta lógica: es un nodo esencial de la Nueva Ruta de la Seda, con control directo de Cosco Shipping Ports. La inversión supera los US$ 1,300 millones y reduce en más de diez días la conexión entre Sudamérica y Asia.
El dominio chino también abarca la minería, con proyectos como Las Bambas y Toromocho; la generación hidroeléctrica, como en Chaglla; y la distribución eléctrica, con creciente interés en litio, gas y oro. En telecomunicaciones, Huawei se hará cargo de la Red Dorsal de Fibra Óptica e implementará tecnología 5G. Además, cámaras de vigilancia de Hikvision se instalan en diversas ciudades peruanas, lo que plantea interrogantes sobre el control de datos sensibles.
China extiende su presencia a la cooperación educativa, cultural y diplomática, con becas, capacitaciones a funcionarios, Institutos Confucio y líneas de crédito que ascienden a 9,000 millones de dólares. Hoy, 24 países latinoamericanos —Perú entre ellos— han firmado la Iniciativa de la Franja y la Ruta, con más de 200 proyectos en marcha. Asimismo, China ha consolidado su rol en organismos regionales como el Foro China-CELAC.
Este año, Colombia se incorporó a la Ruta de la Seda, reflejando una percepción más favorable hacia China (62 %) en comparación con EE. UU. (40 %). América Latina está en el centro de la rivalidad geopolítica entre Washington y Pekín. Mientras EE. UU. enfrenta crisis internas, China presenta propuestas atractivas, con un enfoque no intervencionista y paciencia estratégica. Ofrece préstamos blandos a través del Banco de Desarrollo de China y el Eximbank, como alternativas al BID o al Banco Mundial.
Perú ocupa una posición clave por sus recursos y ubicación. Sin embargo, la falta de una estrategia coherente frente a China, la ausencia de unidades especializadas en geoeconomía dentro de la Cancillería y ProInversión, así como la cesión de sectores estratégicos sin mecanismos de control ni reciprocidad, nos pone en desventaja frente a países como Chile o Brasil.
Superar la influencia china requiere liderazgo con lucidez, ética y visión estratégica. El Estado, el sector empresarial y la sociedad civil deben alinear esfuerzos con una narrativa común. Se trata de fomentar inversiones bajo condiciones que protejan los intereses nacionales, fortalecer organismos como la Cancillería y ProInversión, promover la transparencia, contenido local, transferencia tecnológica y proteger legalmente la infraestructura crítica.
La inversión china es valiosa, pero debe estar bajo nuestras condiciones. El Perú tiene recursos, posición geográfica y una historia que merece ser defendida.
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