«EI que permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto.»
Queridos hermanos, estamos en el V Domingo de Pascua y hoy la Palabra nos habla sobre la necesidad que todos tenemos de ser podados, es decir, de ser cuidados en nuestra iniciación cristiana.
En los Hechos de los Apóstoles, Pablo va a Jerusalén y trata de unirse a los discípulos, pero todos le temen porque dudan de su conversión. Sin embargo, Bernabé lo presenta a los Apóstoles y Pablo les cuenta su encuentro con el Señor en el camino a Damasco, donde el Espíritu Santo le dio garantías. Pablo, quien antes perseguía a la Iglesia, ha sido podado por Dios, unido a Jesucristo, y ha dado mucho fruto. Dejémonos corregir y podar para dar buen fruto.
La segunda palabra que nos ofrece la Iglesia, a través de San Juan, destaca la importancia de dar fruto y ser corregidos por Dios. Dios es el Dios de la verdad, mayor que nuestra conciencia, y nos llama a obedecer sus mandamientos y amarnos unos a otros como Él nos amó. El Espíritu Santo nos capacita para amar y corregir nuestras vidas según la verdad.
El Evangelio según San Juan nos presenta a Jesús como la verdadera vid y al Padre como el labrador. Jesús nos dice que todo sarmiento que no da fruto es podado, y el que da fruto es podado para dar aún más. Debemos permanecer en Jesús, así como los sarmientos permanecen en la vid, para dar fruto abundante. Unidos a Jesús, la vid, y a través de la iniciación cristiana, daremos frutos abundantes y seremos sus testigos y discípulos.
Que este pueblo de Dios, que somos nosotros, dé frutos de amor y unidad en un mundo marcado por la violencia y las dificultades. Permitamos que Dios transforme nuestras vidas, nos limpie de lo que no vale, y nos llene con el fruto del amor y la unidad para que el mundo crea en un Dios auténtico y verdadero.
En estos 50 días que culminan en Pentecostés, que el Espíritu Santo transforme nuestros corazones y nos haga verdaderos hijos de Dios.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos nosotros. Oren por mí para que también pueda crecer en esta fe.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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