e-MENTIRA
¿Quién no ha dicho alguna vez una mentira? Los estudios demuestran que todos mentimos al menos dos o tres veces en un día. Mientras leemos estas líneas, estoy seguro, ya hemos mentido; es decir, todos somos mentirosos. La mentira, al igual que quienes mentimos, ha ido evolucionando y transformándose, hoy en día gracias a las nuevas tecnologías nos enviamos correos electrónicos, mensajes de texto, visitamos las redes sociales, nos comunicamos por videoconferencia, etc. Indudablemente, estos cambios han impactado en el engaño.
A menudo usamos la frase “estoy en camino” cuando en realidad ni siquiera hemos emprendido el viaje; “no pude responder porque se descargó la batería”, en realidad la batería no estaba muerta, simplemente no queríamos responderle a esa persona en ese momento; “debo ir a otra reunión o a otro evento” en vez de decir que –en realidad- estamos aburridos o deseamos hablar con otra persona. Ahora la conexión es permanente, todas las horas del día y todos los días del año, estamos conectados pero no sabemos dónde está y qué está haciendo la otra persona, nos preocupamos por ella pero no queremos hablarle en ese instante; la tecnología nos hace actuar con ambigüedad.
En redes sociales es común observar publicaciones con comentarios positivos que evidencian que se trata de la misma persona haciéndose una especie de “auto aplauso” o “auto recomendación”. Pero, esta práctica ha sido llevada a gran escala: por ejemplo en China, miles de personas reciben pequeñas cantidades de dinero por la producción de contenido en redes sociales, puede ser críticas, propaganda, recomendaciones, etc., estas personas son contratadas por el gobierno o por las corporaciones; lo mismo hace Estados Unidos y se le ha bautizado como Astroturfing[1] y se ha convertido en una gran preocupación, no solo sirve para campañas electorales, sino también para reseñar productos o servicios, generando “tendencia” en redes.
Volviendo al plano personal e interpersonal, en las comunicaciones electrónicas donde menos se miente es en el correo electrónico y dónde más se practica el engaño es en el smartphone, quizá sea porque este aparato lo tenemos más a la mano y es el más utilizado por la gente y sirve como “lugar de encuentro”. En el tema de las hojas de vida –curriculum vitae- los reclutadores encuentran más confiable el perfil de LinkedIn que los impresos o enviados como archivo adjunto en el correo electrónico. Facebook les permite a las personas mostrar solo lo mejor que les sucede en sus vidas; pero ¿será cierto tanta bonanza?; las citas en línea es otro espacio por demás engañoso, se miente en la edad, la estatura, el peso y demás atributos, pasando muchas veces situaciones embarazosas.
Los humanos todavía no hemos aprendido a detectar el engaño, recurrimos a señales como los ojos, la intuición o la suerte. Pero, ¿de qué sirve el engaño? Podría servir de autoprotección o para obtener algún tipo de beneficio propio o para otra persona, existe también la mentira patológica (tema aparte). A lo largo de la historia de la humanidad hemos ido creando lenguajes, oral primero (entre 50,000 y 100,00 años atrás) y escrito después (hace 5,000 años), luego se inventó la imprenta (apenas 500 años), lo que nos demuestra que no contamos con un registro completo de lo que venimos hablando desde nuestra aparición en el planeta; en la era de la información y del conocimiento, ya estamos registrando –o comenzando a hacerlo- todo lo que hacemos, la transmisión oral ha dado paso a la grabación y reproducción, estamos dejando evidencias.
En definitiva, la mentira en línea podría ser peligrosa, ésta queda registrada y no solo está al alcance de uno mismo, sino de todas las personas que accedan a ella; debemos reflexionar acerca de la identidad y fidelidad con nosotros mismos, pensemos un poco más en que lo que hagamos o digamos quedará como legado, como un registro personal, de seguro imborrable.