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Divisionismo y mesianismos fatuos

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Fecha Publicación: 08/02/2025 - 20:50
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Desde diciembre del 2000, vienen sucediendo una serie de hechos promovidos por una comunidad de ciudadanos peruanos denominados totalitarios o “progresistas” que, independiente de su ideología, pretenden mantener un gobierno propio para lo cual deben debilitar al estado-nación, trasladando funciones que le son inherentes a organismos internacionales, asociaciones civiles, ONGs, muchas ligadas a otras de carácter internacional especializadas en, derechos humanos, medio ambiente, promoción del aborto, la denominada ideología de género LGTBI, todo ello en busca del cambio cultural de la familia y creencias tradicionales, destrucción de las instituciones que sostienen al Estado, principalmente las Fuerzas Armadas y Policía Nacional, utilizando para ello la educación y los medios de difusión como herramientas fundamentales para lograr su fin, la toma del poder.
Frente a este escenario que los peruanos padecemos, los sucesivos gobiernos desde inicios de siglo son evidentemente culpables de no haber trazado y ejecutado sucesivamente la ruta para ir superando los problemas de su gestión, la evidencia palpable es la situación legal en que están los ex presidentes: Toledo (2001-2006), Humala (2011-2016), Kuczynski (2016-2018), Vizcarra (2018-2020) y Castillo (2021-2022), con sendos procesos judiciales por corrupción, en los que obviamente están comprometidos un gran número de funcionarios públicos de todas las organizaciones del estado en sus diferentes niveles, empresarios principalmente del sector construcción, empresas transnacionales, y asociaciones civiles nacionales y foráneas involucradas, sin dejar de lado los grupos de poder mediáticos de mayor presencia en el país, incluyendo a la academia una de cuyas universidades ha copado los más altos cargos del Estado desde diciembre de 2000, todo este período nos ha llevado al fracaso en los espacios vitales de salud, educación, seguridad ciudadana, economía y al nefasto desarrollo de la corrupción en la sociedad.
Si a lo expresado le adicionamos el auge de un detestable rasgo de la sociedad peruana, caracterizado por la discordia y mesianismo fatuo, podemos asegurar que la gran debilidad de la República del Perú se concentra en que una buena parte de sus ciudadanos no totalitarios ni progresistas de las generaciones actuales que ven con agrado caracterizarse como demócratas, carecen gran parte de ellos de una sólida identidad nacional por convicción sustentada en el sentido y razón de principios y valores que nos permitan imponer la heredad recibida de nuestros antecesores. Un hecho contundente reciente es el resultado de las elecciones generales del año 2021 en que los totalitarios ganaron fraudulentamente por escasos votos ante la gran ausencia o abstención de la contraparte con que competió.
Hoy, después de los apocalípticos 497 días de Castillo tenemos que su relevo, cuya ideología es de la misma línea, muestra con sus actos, que no afronta los problemas del país con decisión y firmeza en el marco permitido por la constitución y leyes, pues es todo lo contrario al evidenciarse una conducción timorata sin el indispensable conocimiento de la cosa pública y liderazgo que demanda el Perú de hoy.
Los últimos acontecimientos internacionales muestran un inicio de recuperación auspicioso ante los gobiernos ya instalados de Meloni, Milei y Trump, ello si bien es positivo no garantiza en absoluto que en el 2026 nos sumemos a este grupo si no tenemos la convicción, coraje y generosidad de dejar de lado el divisionismo y el ridículo mesianismos fatuo para lograr triunfar.

Por Javier Bravo Villarán

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