Dios reconocerá a los suyos
Todo indica que muy pronto el Estado de Israel emprenderá una ofensiva terrestre contra los terroristas de Hamás, atrincherados en la franja de Gaza, que atacaron indiscriminadamente a civiles, hombres, mujeres y niños que se encontraban en la frontera sur del Estado judío. Israel se encuentra en el dilema de atacar y matar a miles de inocentes palestinos para extirpar a los terroristas de Hamás que dictan su ley en la franja de Gaza o limitarse a una guerra de misiles que ya va dejando centenas de muertos. Israel no tiene elección. Debe optar por la invasión cueste lo que cueste. La historia habla en este sentido. A principios del siglo XIII, la Iglesia católica y el rey de Francia dieron inicio a lo que se llamó la cruzada contra los albigenses o la herejía cátara. No viene a cuento aquí las diferencias entre los cátaros cristianos y la Iglesia. Lo importante es que la guerra estalló al sur de Francia por motivos políticos y religiosos. El corazón de la herejía cátara se encontraba en la ciudad fortificada de Béziers, en el Languedoc. Cuando la ciudad fue sitiada por los ejércitos pontificios y sus aliados, los comandantes le preguntaron al capitán general Arnaldo Almalric qué pasaría con los habitantes de la ciudad, varios de ellos católicos. La respuesta del capitán general no se hizo esperar. Les dijo: mátenlos a todos que Dios reconocerá a los suyos. Con la caída de Béziers y el exterminio de todos sus habitantes, la herejía cátara tuvo los días contados.
Hubo otras batallas, pero muerto el foco de la herejía esta se disolvió con la llegada de la recientemente creada Inquisición. Hoy ya no existen los cátaros más que en los libros de historia y Béziers es un lugar turístico considerado como una de las maravillas del mundo de la Edad Media. Si el precio que tiene que pagar Israel para sobrevivir es el sacrificio de los rehenes que los terroristas de Hamás tienen en su poder así como miles de palestinos, pues como en la cruzada contra los albigenses, Dios reconocerá a los suyos. Muchos lectores preguntarán qué pasará con los millones de migrantes musulmanes que tiene Europa y Estados Unidos y que ingenuamente estos continentes han dejado entrar gracias a la ideología nefasta del multiculturalismo. ¿Atentados inopinados y en masa contra los europeos y americanos en su propia tierra? Más que seguro. ¿Es inevitable? No. La historia también tiene la palabra. No olvidemos jamás que esta guerra contra el terrorismo musulmán es una guerra RELIGIOSA. Se trata simplemente de ellos o nosotros, de nuestra civilización o la de ellos. A fines del siglo XVI Europa se encontraba dividida por las guerras de religión entre católicos y protestantes. Francia era la pera en dulce de ambos bandos. Por un lado estaban los Valois católicos y por el otro Enrique de Navarra. La guerra fratricida desgarraba Francia y se optó por un arreglo pacífico de convivencia que consistía en casar a Margarita de Valois, hermana de Carlos IX y Enrique de Navarra. La reconciliación parecía inevitable pero no para la dominante reina madre Catalina de Médicis. Con motivo de la celebración de los esponsales de Margarita y Enrique, rey de Navarra, los protestantes fueron invitados a ingresar a París donde acudieron en masa de todos los rincones de Francia. Les aguardaba una sorpresa. Celebrado el casorio, Catalina de Médicis en complicidad con sus débiles hijos aprovechó que los protestantes estaban casi todos reunidos en París para matarlos a todos. Fue la noche de San Bartolomé que inclinó la balanza hacia los católicos en Francia. Enrique de Navarra logró huir a su pequeño reino de los Pirineos. Con posterioridad a la muerte del hermano de Carlos IX, Enrique III, asesinado por un fanático católico, la corona debía pasar a la rama Borbón de la cual Enrique de Navarra era jefe. Considerando que aunque tenía derecho al trono jamás reinaría en una Francia Católica, Enrique pronunció su célebre frase: París bien vale una misa. Y se convirtió al catolicismo, convirtiéndose en el fundador de la católica dinastía Borbón de la cual descienden los ultracatólicos Luis XIII y su nieto Luis XIV. El mundo está en un punto de quiebre. O hacemos prevalecer nuestra civilización y tradiciones o sucumbimos ante la yihad islámica. La historia tiene la palabra.
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