Dina y las 7 palabras
Más allá del juicio político negativo que nos acarrea su gobierno a la gran mayoría de peruanos, la presidente Dina Boluarte tiene un ángulo de exposición personal donde quizás la controversia reduzca notablemente el enfado generalizado y abra puertas a los sentimientos confusos. Algunos creen que, por el contrario, dicho ángulo explica su decreciente popularidad y la transforma en un ser despreciable.
Me refiero al de sus frases y dichos preconcebidos que suele manifestarlos con exceso de dramatismo y un inconfundible hálito telúrico propio de nuestros compatriotas de la serranía. Como poseída por los apus, exclama peroratas que pretenden ser ingeniosas, rotundas y condenadas a la celebridad. Además, lo hace agitando los brazos como una paloma dispuesta a sortear el viento y dominando con la vista a todo su auditorio de manera circular, al estilo Barack Obama.
Hasta ahí la parafernalia. Luego viene el contenido. Desde el insólito discurso donde dijo: “Puno no es el Perú” (refiriéndose a la agitación suscitada en esa región altiplánica debido a las muertes por los enfrentamientos entre ciudadanos y fuerzas del orden al asumir la presidencia), pasando por la consagración de “mi waiki” (“amigo” en quechua) que hizo al polémico gobernador de Ayacucho Wilfredo Oscorima, el rosario de expresiones que ganaron los titulares de las noticias (“fabriquen algo más inteligente y no historias de Chucky y su novia”, “dejen de inventar historias falsas o tendremos una colección de Pinochos”, “mi mejor comunicación es la sonrisa”, “la historia del gato ronrón”, “tu mamá”) ha llegado hace pocos días a incursionar en las citas bíblicas.
El jueves 19, en su tierra natal (Chalhuanca, Apurímac), Boluarte buscó replicar los últimos sondeos de opinión pública que le otorgan apenas 3 % de aprobación y lo hizo parafraseando la primera palabra de Jesucristo en la cruz según el evangelio de Lucas: “Padre, perdónalos porque no saben lo que encuestan”.
Es claro que la jefa de Estado quiso aprovechar el ambiente navideño para aludir a la figura epónima del mundo cristiano. Pero fue de poco gusto que lo hiciera repitiendo una mención dolorosa del momento en que fue crucificado y no algo relativo a la alegría de la natividad. Con todo, este nuevo disparate de Dina provoca entre risas y enojo, burlas y encono, parodias y repudio.
Con perdón de las sagradas escrituras, a la presidente tal vez le calce el parafraseo de otras de las 7 palabras. Por ejemplo, no estamos con ella en el paraíso. Su falta de liderazgo hace decir: “Dios mío, ¿por qué nos has abandonado?”. Tenemos sed de calles seguras sin el imperio de la criminalidad. En cuanto a la falta de transparencia pública, vale exclamar: “Todo está consumado”. Y por supuesto, ya hemos encomendado al Supremo nuestro espíritu.
Dina no acierta una. Dios nos coja confesados.
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