Dina en Lalaland
Todos hablan del vergonzoso viaje de la mandataria a Estados Unidos, dizque a una reunión bilateral con el presidente Norteamericano Joe Biden. Sus detractores han puesto el grito en el cielo.
Lo cierto es que lo grave no es que haya acudido a tan importante cita entre mandatarios, lo criticable es que los encargados de la organización del encuentro, llámese Cancillería o embajador peruano en Estados Unidos, hayan permitido que no se respete la agenda y por otro lado, no hayan informado debidamente al país sobre el cambio de agenda.
La falta de manejo y coordinación fue más allá, Dina Ercilia muy sonriente luego del desplante, permitió que el mandatario norteamericano la llevase de la mano por los pasillos de la Casa Blanca, para justamente “pasarle la mano” ante semejante ninguneada.
No puedo imaginar a Biden tomando de la mano a Giorgia Meloni, Primera ministra italiana, luego de cancelar una agenda bilateral programada con anterioridad. A mí personalmente, me denota cierto aire de superioridad del presidente gringo frente a una mandataria de “sud América”, además de un toque de machismo maquillado (¿acaso abrazaría o tomaría de la mano a un presidente hombre con el cual tiene una reunión protocolar de alto nivel?).
Pero a pesar de todas estas señales que le decían a nuestra mandataria que el viaje a Washington habría resultado un fracaso (puede ocurrir), Dina declaró en el marco de la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP), sin disimular su emoción, que: “El Perú ahora es un país que está en calma, en paz luego de aquel 7 de diciembre del golpe de Estado y luego de la asonada golpista”, contraviniendo cualquier realidad nacional, donde día a día los peruanos vivimos en zozobra por el creciente avance de la violencia en nuestras vidas. Un poquito de empatía no le hubiese venido mal a doña Dina.
Es un hecho que a nuestros últimos mandatarios no se les puede dejar sueltos en pampa, deben limitarse a un guión protocolar y diplomático, además de unas lecciones URGENTES de protocolo y ceremonial de Estado. Hace ya varios años no tenemos un representante presidencial que pueda improvisar a tan alto nivel y salgamos bien parados. La Cancillería peruana ya debe poner límites, los viajes de los mandatarios no son viajes de placer, ni mucho menos, masajeadores de egos.
Dina Ercilia vive en Lalaland, pellizcándose día a día para asegurarse que no es un sueño y que realmente es Presidenta de este sufrido Perú.
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