Dina Boluarte: ¿futura carta política por definir?
Dina Ercilia Boluarte Zegarra, la primera presidenta de la República que ha tenido el Perú en su historia republicana, pronunció ayer —en el recinto del Congreso de la Nación— el que formalmente constituiría su tercer (y último) Mensaje Presidencial por Fiestas Patrias. El anterior duró algo más de tres horas; en esta oportunidad ha superado las cuatro horas. Los discursos más prolongados a lo largo de la historia republicana del Perú han sido dos que pronunciara Manuel Prado Ugarteche. En su primer mensaje a la población, Prado leyó más de 130 páginas; mientras tanto, en su segundo gobierno, el 28 de julio de 1957, leyó 212 páginas. A Boluarte, autocalificada política de “izquierda progresista y moderada” —por su gestión al frente de una improvisada presidencia del Perú— se le considera más bien una política conservadora, debido al contexto político en que ha desarrollado sus funciones; cercana a partidos políticos de aquella tendencia como Alianza para el Progreso, liderada por César Acuña; y Podemos, presidido por José Luna.
Dina Ercilia Boluarte ascendió a la presidencia por su condición de segunda vicepresidenta del atorrante José Castillo, un comunista confeso y leal simpatizante de Sendero Luminoso. De manera que, vista en perspectiva desde el clásico “dime con quién andas y te diré quién eres”, Dina Ercilia tenía su corazoncito rojo carmesí. Incluso sus tejemanejes con otro rojo extremista, como Vladimir Cerrón Rojas, tampoco puede decirse que son frutos del azar. En el marco político, Dina recorrió el camino comunista sin hacerle ascos. Antes presidió el Club Departamental Apurímac, donde ingresó en las cuentas bancarias de esa institución más de un millón de soles que mantenía escondidos de Vladimir Cerrón. Antes de ese cargo, a Boluarte solo se le conocía por haber sido candidata perdedora a la alcaldía de Surquillo. Como fuere, Dina Boluarte ha inscrito su nombre en la alta política y, según los indicios, tiene en perspectiva continuar andando por este espacio donde el virus del poder se hace muy difícil de remover.
Boluarte supo aprovechar bien sus pininos en la alta política, apelando al indiscutible olfato que ha exhibido en esa rama tan esquiva del poder. Dependerá de cómo cultive ella el arte de hacer política, a partir de su importante —aunque corta, complicada— experiencia al mando de la Nación. Su propia etiqueta como “política de izquierda progresista y moderada” —algo que en la práctica es difícil descifrar—, sumada a su autocalificación como “una política más bien conservadora”, tendrá que reflejarla bien con hechos, para que el pueblo la considere a futuro en su baraja de postulantes. Porque si bien Boluarte llegó a Palacio sin tener la más pálida idea de lo que era gobernar un país, ha hecho lo indecible y no ha desmayado en el camino. Es más, tuvo el coraje para encararlo. Le queda un período vertebral durante el cual pasará por su prueba de fuego, para definir tanto personalidad como rumbo político, durante este año “preelectoral” que corre desde agosto 2025 hasta abril 2026. Le deseamos suerte.
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