Dina al borde del abismo
La Cumbre de APEC en Lima ha sido un éxito rotundo, no solo como organización, sino, sobre todo, como gestión de política exterior que le devuelve al Perú una posición de expectante liderazgo económico mundial.
Sin embargo, después de la inauguración del megapuerto de Chancay, la firma para construir una base aeroespacial en Piura y la donación norteamericana de helicópteros militares y trenes civiles, en el frente interno acabó esa tregua política que no pudieron perforar las raleadas marchas subversivas.
A partir de hoy, el gobierno entra en el tramo más peligroso de su mandato. El país está profundamente agitado y agotado con la crisis de inseguridad ciudadana, el dispendio económico en el barril sin fondo de Petroperú, el enfrentamiento del Ministerio Público con el Congreso y los escándalos políticos que van desde el caso de Chibolín hasta la aparente intromisión de Nicanor Boluarte en el manejo del Ejecutivo.
Frente a eso, el régimen no tiene capacidad de reacción coherente. Boluarte, aparte de frívola, no sirve de nada salvo para enfrentarse y provocar la justa ira de la prensa. El primer ministro es apenas abogado personalísimo de la presidenta y gobierna por inercia. El ministro del Interior es un inútil que únicamente agudiza la crisis de la policía mientras minimiza la gravedad del crimen organizado. El ministro de Educación es un demagogo pésimo para una comunidad que ha sido literalmente encerrada en sus casas so pretexto de la seguridad para APEC. Y, en fin, la lista es mucho más larga, pero la cereza en el pastel es el nombramiento de un director con prontuario penal al frente de la petrolera estatal.
La oposición que sostiene al régimen, salvo un puñado de excepciones en el Parlamento, está imbuida en sus aprestos preelectorales, pero ya ha dado un mensaje clarísimo: mantendrá en el mando a Dina solo hasta abril del 2025, cuando debe convocar a elecciones. Después, la señora de los Rolex no es necesaria para nadie, porque no se puede disolver el Congreso y, más bien, sería un castigo ejemplar vacar a la inútil.
La alternativa, a estas alturas, parece una sola: el Gabinete debe cambiarse por uno técnico y multipartidario; el control del frente interno debe asignársele al Comando Conjunto de las FF.AA., con plenos poderes para controlar la inseguridad y la subversión; y Boluarte debe trazar una hoja de ruta mínima para llegar al 2026. Caso contrario, caerá en el abismo.
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