Dictadores bolivarianos con el rabo entre las piernas…
Es más que evidente que Estados Unidos ha movilizado a una enorme fuerza de ataque para poner fin a la majadería gánsteril de una pequeña cúpula que usa todos los resortes de poder que confiere el Estado, los cuales están absolutamente controlados por el infalible mecanismo de la corrupción que cae en las ávidas ambiciones de gente sin valores o por el terror de ser física o económicamente eliminado del sistema.
No se trata de una invasión vista como un ataque unilateralmente decidido para agredir, sino que, conforme a las versiones de las autoridades norteamericanas, es parte de su guerra contra los cárteles de la droga que inundan de narcóticos el mercado de consumo en Estados Unidos, lo cual va destruyendo como seres humanos a su población a ritmo acelerado y de manera indetenible.
La famosa brisa bolivariana impulsada por Hugo Chávez, con la asistencia y guía que para él representaba Fidel Castro, hasta que fallecieron ambos, desató una infiltración ideológica en toda la región desde Argentina hasta Nicaragua, que se manifestó consolidada a través del llamado Foro de Sao Paulo y luego por el Grupo de Puebla.
Maduro y su séquito se enseñorearon con el poder en Venezuela y, como ocurre con todo gobierno de izquierda que privilegia la ideología sobre el desarrollo real del individuo, el empobrecimiento general se mostró en toda su dimensión, sin que podamos encontrar una explicación racional de cómo, teniendo una de las mayores reservas de petróleo en el mundo, ahora ni siquiera tienen combustible ni alimentos, amén de no ofrecer alternativas de superación a la población que aún queda en Venezuela, desde donde se produjo una gigantesca diáspora que ha conmovido a toda la región.
Si las imágenes de pobreza que llegaban de Cuba nos angustiaban, Venezuela ha caído a peores niveles y, es una verdad de Perogrullo, las cúpulas dictatoriales, cuando se acaban los recursos legales, comienzan a operar con alianzas ilegales vinculadas al narcotráfico, contrabando, trata de personas y toda la suciedad moral que, paradójicamente, produce mucho dinero, en un mercado propio que puede ser incipiente, porque la mayor ganancia está en la exportación a países con mayores consumidores, sea como productores o como centros de acopio transitorio para el posterior envío de la droga.
Estados Unidos ha calificado a Maduro y a su grupo como jefes de un cártel de la droga que dirige hacia Norteamérica enormes volúmenes de narcóticos. También ha señalado que su guerra se dirigirá contra los cárteles mexicanos y, si miramos hacia el futuro, no sería raro que llegue a Colombia, Perú y Bolivia.
La fuerza de ataque a los cárteles del narcotráfico ya está posicionada en el Caribe, desde donde no solo está Venezuela al alcance de esa fuerza militar, sino también México y Colombia. El Maduro matón ha desaparecido, comportándose ahora como un ratoncito que busca una negociación tardía que nadie le concederá.
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