Dictador no come dictador
"Otorongo no come otorongo", dice una frase ya bien peruana y que en el plano político se refiere a la complicidad que existe entre ciertos congresistas envueltos en diversos hechos y acusaciones antiéticas. No chocan entre ellos y se suelen proteger mutua e impunemente.
Es lo que puede verse en otra magnitud con la frase "dictador no come dictador". Ahí está el veloz y contundente respaldo dado —junto a otras tiranías mundiales— por la China de Xi Jinping al evidente y probado megafraude de Maduro en Venezuela el año pasado. Un día después del viciado proceso electoral fueron explícitos: "China felicita a Venezuela por celebrar sin problemas sus elecciones presidenciales y felicita al presidente Maduro por su exitosa reelección… Pekín está dispuesto a seguir trabajando con Caracas para enriquecer el contenido de su asociación estratégica", dijo Lin Jian, portavoz de la Cancillería.
Con este paso los chinos confirmaron ser un soporte declarado —como lo es Rusia, Irán, Cuba, Nicaragua y otros— del chavismo criminal sin importarles, un ápice, ni el destino del éxodo de millones de venezolanos, ni las brutales agresiones que la ciudadanía prodemocrática está sufriendo dentro del país.
¿Sorprende este apoyo de Xi Jinping a Maduro? No a quienes han seguido de tiempo atrás el proceso y que son conscientes del peligro de que similares modelos de concentración de poder sean publicitados (como en el pasado lo hiciera la Unión Soviética) en la región como formas válidas de "competencia" o lucha política.
Finalmente China no solo exporta capitales estatales, inversiones y financiamientos, también disemina ciertas variables de su "democracia" dictatorial como una opción "atractiva" de la política contenciosa antiliberal.
Como lo hemos anotado en varias oportunidades, una evaluación rápida y macro permite decir que China hoy "juega en ventaja" —si caben los términos— en el tablero geopolítico global y "multipolar", al igual que Rusia y otras naciones altamente represivas.
Es decir, mientras las democracias liberales, con sus más y sus menos, lidian con dinámicas internas propias de la naturaleza de sus sistemas políticos abiertos (como las elecciones supervisadas, la competencia partidaria, las protestas ciudadanas, la libertad de prensa, la separación de poderes… y hasta la infiltración de actores desestabilizadores del exterior), las dictaduras antioccidentales han forjado un control despiadado pero efectivo sobre sus procesos políticos nacionales, sobre sus poblaciones y opositores (muchos son encarcelados, desaparecen o mueren envenenados o "accidentados"). Eso les ha permitido no solo asegurar convenientes "estabilidades" internas sino también avanzar concentradamente en sus estrategias externas —incluyendo las bélicas— y en el juego político internacional, además de las netamente comerciales y económicas que enraízan los factores de influencia de largo alcance.
Por ejemplo China tiene un esquema profundamente antidemocrático. Posee un partido único prototalitario que prospera sobre la base de libertades políticas inexistentes y derechos humanos cercenados. ¿El lector imagina la posibilidad de movilizaciones masivas o protestas en China como las que vemos en otros puntos del orbe democrático? Aun siendo pacíficas por el simple hecho de ser antigubernamentales, son rápidamente neutralizadas por los órganos de represión e inteligencia del hegemónico Partido Comunista anclado en el poder desde 1949. Esa realidad controlada facilita y asegura, décadas tras décadas, la concentración dictatorial y lo hace con tal éxito que muchos en el mundo olvidan el alto grado de desposesión política de su gente.
Distraídos todos con su ambiguo "modelo económico", con las geopolíticas y enormes inversiones estatales chinas, muy pocos advierten los riesgos de la exportación y la ecualización a las realidades en América y otros continentes de su modelo político real, cuyos peldaños van desde al autoritarismo hasta las formas más coercitivas y sofisticadas del totalitarismo "moderno".
Como es sabido, la infraestructura institucional del gigante asiático afanoso en expandir su influjo global, no tolera el disenso y manda a la cárcel, tortura y hace desaparecer a activistas y defensores de la democracia. El uso de tecnologías de vigilancia y redes sociales para controlar a la población y premiar o castigar según su "buen comportamiento" no están ausentes y van perfeccionándose. Los países occidentales han advertido además cómo China ha emprendido una especie de cacería dentro de sus diásporas que incluye sistemas ilegales de extradición (ver: "La controvertida red de ‘comisarías policiales’ que China instaló en 53 países incluyendo siete de América Latina". BBC. 2022), tanto de fugitivos como de críticos con opiniones políticas que hacen "mala propaganda" del régimen en el exterior (ver también: "Quanfan, el método de la policía china para perseguir a sus ciudadanos por el mundo". The Economist. 2023).
En 2023 Canadá inició, por ejemplo, una investigación pública sobre la interferencia extranjera de China en las elecciones federales y las instituciones democráticas canadienses. ¿Qué cautelas se están teniendo en América Latina y el Caribe sobre estos y otros métodos que colisionan con la apertura que se tiene con China a la hora de recibir sus inmensos capitales geopolíticos?
En la coyuntura, China ha vuelto a dar su respaldo explícito a los criminales con poder político que controlan Venezuela. El PC chino y Xi Jinping se ratifican así como garantes de las estrategias chavistas pugnando por sobrevivir. Que no sorprenda verlos socavando a la Coalición Internacional que las democracias occidentales están creando y desplegando para derrumbar al narcoterrorismo politizado con epicentro en Caracas.
En medio de lo que el mundo está presenciando en la convulsa Venezuela, es curioso cómo en el debate específico peruano y en las redes sociales se ha puesto de moda elaborar y lanzar selectivas listas de dictadores y autócratas reprochables de izquierda y derecha. Ahí aparecen Pinochet, los Castro, Chávez, Ortega, Noriega, Velasco, Videla… y Fujimori siempre adelante; pero, curiosamente, se excluye al dictador chino Xi Jinping, hoy uno de los colosales apañadores de Maduro y Diosdado e indirectamente del Cártel de los Soles.

Mira más contenidos en Facebook, X, Instagram, LinkedIn, YouTube, TikTok y en nuestros canales de difusión de WhatsApp y de Telegram para recibir las noticias del momento.