Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados
Queridos hermanos: Este domingo celebramos la Solemnidad de Todos los Santos, que es la fiesta de todos los cristianos, porque la santidad de Dios habita en hombres débiles y pobres como nosotros.
La Primera Lectura es del libro del Apocalipsis y dice: “apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: —«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!»”. La victoria es de los cristianos, por ello sigue diciendo el Apocalipsis: “La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos”. “¿Quiénes son y de dónde han venido?”. “Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”. El Señor nos invita a recuperar el vestido blanco, que nos hace presente el bautismo. El cristianismo no es hacer, sino ser: amar a tu marido, amar a tu esposa, amar la historia que Dios hace con cada uno de nosotros en esta pandemia. El Señor quiere recuperar la familia, que es la mejor herencia que puedes dejarle a tus hijos, porque para vivir y convivir hace falta Dios.
Por eso respondemos con el Salmo 23: “Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor. ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.” Dios nos está enseñando a saber dónde está la verdad. Nosotros pensábamos que estaba en el prestigio, en el dinero o en la fama. Pero, la verdad está en Dios.
La Segunda Lectura es de la Primera Carta del apóstol san Juan: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” Son hijos de Dios los que tienen su misma naturaleza, los que pueden amar. “Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”. Esa es la felicidad, contemplar la Palabra, a Jesucristo.
En el Aleluya cantamos: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Estamos cansados de nosotros mismos, de esta pandemia, de nuestras neurosis, de nuestras fobias. Por eso hermanos, recurramos a Jesús.
El Evangelio de San Mateo nos dice este domingo: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados”. El Señor quiere vernos felices, el evangelio dice también que “los sufridos heredarán la tierra” y “los que tienen hambre y sed de justicia, quedarán saciados”. “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa”. Dios siempre está de parte de los humillados, de los que han sido destruidos, de los débiles. Eso es ser cristianos.
Esta pandemia nos invita cada vez a confiar más en Dios, a abandonarnnos a Él, porque Él está vivo y quiere hacer de nosotros hijos de Dios. La bendición de Dios esté con todos ustedes. Amén.
Obispo emérito del Callao